No lo había preparado en exceso, y estaba de mal humor, por no haberle dedicado más tiempo y además, por estar preocupada por no haberlo hecho. La semana en el trabajo ha sido antipática y llevo con el morro torcido varios días -han pagado los que no tienen culpa, por supuesto- y estaba enfadada conmigo misma. Aun lo estoy un poco.
Me sentía rarísima con el folio en blanco frente a mí: el enunciado me parecía confuso, no era capaz de leerme todos los detalles del caso seguidos, la neurona no estaba del todo en lo que tenía que estar y tuve que esforzarme muchísimo por hacer buena letra -ya no escribo a mano ni la lista de la compra y cada vez tengo una letra menos legible-. Escribir de golpe y a limpio: imposible. Tuve que coger folios para guarrear primero, antes de enfrentarme a la hoja del examen. Desde las 17.00h. que comenzaba el examen hasta las 17.40h no escribí nada, me lo pasé haciendo garabatos en mi papel en sucio y dando vueltas a los datos del caso para arriba y para abajo. Al final creo que hice algo más o menos decente. Claro que esa asignatura más o menos me gustaba, el profesor explicaba bien y la había seguido con un poco de entusiasmo.
Hoy tengo otro, pero hoy si que viene cuando la mataron: no entiendo nada, el profesor me resultaba confuso, mi cerebro ha desconectado de todas las clases, y voy al examen sólo a ver si suena la flauta y es tipo test. Como la doy por perdida de antemano, es menos doloroso. Creo.
Lo único que deseo es que se pase la tarde lo antes posible y llegar al Nidito esta noche, descansar y preparme para celebrar por primera vez este año, mi cumpleaños.
Si, si, por primera vez, porque como este año caen 30, tengo planeado celebrarlo varias veces.