domingo, 31 de mayo de 2009

Divagaciones

Me queda una semana larga para irme a vivir a París y aun no he empezado ni siquiera a pensar en preparar nada, porque mi empresa lleva dos semanas cabeza abajo.
El lunes pasado empezó mi sustituta. El martes estuve en una reunión fuera y el miércoles en Barcelona haciendo un tema importante. Fui volada todo el día. Me dejé la tarjeta de crédito en un bar. La he recuperado milagrosamente gracias a la pericia de una mano amiga pero se ha desimantado, no me fuciona. Estamos con el caso final del máster y no sé las veces que nos hemos reunido, y tampoco sé las veces que me he leído la documentación y que he repasado el informe.
He tenido que elegir dónde voy a vivir por Internet, me muero del miedo, tengo cruzados hasta los dedos de los pies para llegar el día 9 de junio a la capital francesa y que mi apartamento sea un sitio habitable.
No sé qué hago divagando un domingo casi a la una de la madrugada.

domingo, 24 de mayo de 2009

Conducir, conducir, conducir

Hacía tiempo que no lo hacía.
Esta tarde he vuelto a casa conduciendo en el coche, improvisando el camino, buscando calles nuevas y lugares por lo que no había pasado nunca antes. Dejando el tiempo correr mientras tanto.
Me funciona cuando estoy nerviosa, o triste, o alterada, cuando no se muy bien qué hacer, que decisión tomar, cómo sentirme mejor. Cuando necesito estar sola. Cuando tengo ganas de estar conmigo misma.
En el coche nadie me molesta. Pongo la música alta. Acelero. Freno. Cambio de marchas. A veces canto muy alto. A veces lloro. A veces me rio sola de forma descontrolada. Recuerdo cosas pero sin necesidad de profundizar en ellas si no quiero. Puedo hablar sola. Puedo mosquearme con el mundo. No necesito dar explicaciones. Nadie pregunta qué pasa. O de qué me asusto. O por qué estoy nerviosa. O por qué no puedo simplemente relajarme y disfrutar. Nadie me pregunta, ni me responde. Ni siquiera yo.

sábado, 23 de mayo de 2009

El día siempre puede ser peor

Ese día llegue a casa absolutamente muerta. Me dolían los pies después de todo el día con el taconazo, quería quitarme el traje, me pesaba el bolso, y me dolía la cabeza un horror. Entré por la puerta de la zona común arrastrando mis bártulos y deseando llegar a casita, ver a mi santo, y relajarme en el sofá: nada podía ser peor que aquel día en la oficina, que afortunadamente había pasado.
Pero no.
Siempre puede ser peor.
Y siempre me olvido de que puede ser peor.
Según me acercaba al portal vi las ventanas de casa. Y recordé que mi santo me había puesto un sms a mediodia que yo no había procesado del todo que decía: "Princesa, tengo una sorpresa, han venido a poner la doble ventana.". Y claro que estaba sorprendida. Nos habían puesto doble ventana, si, pero ventanas ahumadas. No sé veía lo que había dentro. Y una vez dentro, tampoco se veía lo que había fuera, claro está.
Me dió un ataque allí mismo. Soy una obsesionada de la luminosidad, de los grandes ventanales,de los balcones, de las terrazas, de la luz en general. No podía creer que mi querido santo no hubiese parado a los obreros antes de que colocaran las ventanas. Pero como no estaba en casa, no podía más que enfadarme con la vida, que estaba jodida y torcida ese día. Sólo pude enviarle otro sms que decía: "Por qué COÑO tenemos ventanas opacas???". Le debí cortar el rollo de las cañas, seguro.
El día acababa todavía peor de lo que yo intuía y para colmo yo estaba como una loca.

jueves, 21 de mayo de 2009

Amistad a primera vista

Me ha sucedido más de una, de dos, de tres veces. Llego a un aula, elijo un sitio que me guste, me siento, me revuelvo un poco en la silla, oteo levemente las caras de poker del personal y de repente descubro a mi amigo potencial de entre todos los demas alumnos de la clase. Miradas cruzadas y sonrisas tímidas me confirman el descubrimiento: mi potencial amigo también se ha dado cuenta de que soy yo, un nuevo compañero de fatigas, una nueva fuente de risas, confidencias y momentos únicos. Me pasó varias veces en los muchos colegios en los que estuve, en el instituto, en la universidad. Me pasó la primera vez que hice prácticas. Me ha pasado en trabajos, cursos y en la piscina. La última vez fue en la inauguración del máster. Vi a Sofía desde el primer momento y creo que Sofía también me vio a mi. Luego encontramos algunas coincidencias divertidas en nuestras vidas. Más tarde tuvimos la suerte de pertenecer al mismo grupo de trabajo durante unos meses. Ahora Sofía va a sustituirme los meses que esté fuera. Al pensarlo, todas las cosas que han pasado, en este tiempo tan largo y tan corto a la vez, reaparece la misma sonrisa tímida de aquella tarde cuando la ví sentada en la misma clase y nos reconocimos.

Convencional, madura, gris y aburrida

Tengo 30 años y 3 meses y hoy me he hecho un plan de pensiones.
Me resulta algo tan convencional y tan de persona madura, gris y aburrida, que me ha dado hasta vergüenza reconocérmelo a mí misma.
Y me he dicho: fuera tonterías, al blog.

viernes, 15 de mayo de 2009

Primer contacto con el equipo de París

Me gusta mi nueva jefa parisina. Tiene -al menos aparentemente- carácter, pero se rie con una risa amplia, sonora y abierta. Y habla español perfectamente.
Hay cantidad de gente en el equipo al que me incorporo que habla español, incluso mejor que inglés.
Yo no hablo ni una palabra de francés, me he acostumbrado a escucharlo en la empresa y puedo seguir más o menos el hilo de la conversación, pero además de bonjour, merci y au revoir no sé decir nada.
Aprender a defenderme en francés es uno de los retos de estos seis meses. El otro es intentar integrarme más más que menos en la vida profesional de la central de la empresa.
Una de las diferencias entre irte de España con 24 años a Holanda de Erasmus e irte de España con 30 años a trabajar a Francia es precisamente el tono de la socialización.
Si bien es cierto que me fui a Holanda sola y sin conocer a nadie, lo hice a una residencia de estudiantes que estaba repleta de jóvenes del mundo entero en la misma situación que yo.
Ahora conozco a algunos miembros del equipo al que me incorporo, y Pedro, uno de mis amigos está entre ellos, pero no creo que la socialización vaya a ser tan sencilla para mi como lo fue hace cinco años. Y aun no sé si me preocupa o no.

jueves, 14 de mayo de 2009

Explicaciones que nos delatan

Estaba en la recepción del hotel Colbert, tomando un vaso de agua helada con limón (refrescante detalle las aguas heladas de menta, naranja y limón que he visto últimamente en varios hoteles en los que me he alojado) y esperando a mi amigo Pedro para ir juntos a cenar.
Ha llegado una pareja de españoles, de unos 25 años, con caras sonrientes y ojitos de enganchaditos el uno del otro. Al hacer el check in la recepcionista les ha preguntado si conocían París. Yo sabía que era para darles el mismo mapa y las mismas explicaciones sobre el metro más cercano y sobre la cercanía de Notre Daim, que se ve desde las ventanas del hotel, lo sabía porque ya las había recibido yo un rato antes, pero ellos no.
Él ha respondido "Si, lo conocemos, pero por separado", y ella "él lo conoce mucho más, yo sólo un poquito". La voz de él sonó contundente, y la de ella era un hilo de voz quebrada o quizás quebrantada.
Casi me rio, pero he logrado aguantarme, al percatarme de las explicaciones que damos a veces sin que nadie nos las pida y que nos delatan sin duda. Sobretodo en caso de estar en la recepción de un hotel haciendo algo que consideramos que es mejor que otros no sepan. O en caso de estar al lado de alguien a quién creemos que debemos dar esa explicación, no me digáis que no os ha pasado.
De la situación podría deducir que él si que conocía París de antes y probablemente lo había visitado con alguna otra chica antes que con ella y a ella eso no le hacía ni pizca de gracia.
Como he estado un rato más en la recepción, he sabido que eran recién casados, y que han pedido, además de champán y fruta fresca, un cambio de habitación, a una interior, porque en la suya -exterior y en la quinta planta- los ventanales les exponían mucho a las miradas de los edificios colindantes. Una verdadera lástima, se perderán la maravillosa vista de Notre Daim que ofrecen las ventanas exteriores del hotel.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Amigos que te provocan buen rollo

Pedro está en mi lista de amigos que emanan buen rollo. Da lo mismo lo difícil que esté siendo el día, el cúmulo de trabajo que tengamos por delante, que sólo ver a Pedro me invade una sensación de calma, de tranquilidad y un buen rollo inmediato.
Es lo que más echo de menos en el trabajo desde que se fue a París: esas conversaciones banales que amenizaban cualquier café, unas risas por cualquier detalle sin importancia, saber que en un momento de agobio podía ir a su despacho y en un par de minutos todo sería mejor, más fácil, más calmado.
Mi nuevo despacho en París está a tres o cuatro del suyo... y me llena de ilusión saber que podré recuperar esa sensación de buen rollo instantanea que en los últimos meses ha brillado por su ausencia en la oficina de Madrid.

martes, 12 de mayo de 2009

Modelitos

Si hay una cosa peor que una mujer preparando su modelito para un bodorrio, son cuatro mujeres preparando sus cuatro modelitos para ir juntas al mismo bodorrio con todos los condicionantes que conlleva: cuatro edades diferentes, las cuatro miembros de la misma unidad familiar, no poder repetir colores entre las cuatro, ni por supuesto estilos, ni peinados, bolsos o zapatos.
Mi madre, mis hermanas y yo hemos pasado el domingo probándonos los modelitos que llevaremos el 18 de julio al bodorrio de mi amiga Esther, que es una de mis mejores amigas, amistad heredada de la que une a sus padres con los míos, razón por la que vamos todos a la boda.
Como cada vez queda menos para irme a París a vivir, decidí empezar a organizar mi atuendo con tiempo por lo que yo he sido la primera de las cuatro en tener el modelito completo: vestido, chaqueta, zapatos, cartera y pendientes. Puedo irme tranquila ya sólo a falta de encontrar el peinado ideal.
Para llegar a este momento, la tarde del domingo ha sido absolutamente agotadora.
Si hay algo peor que preparar el modelo de las cuatro para ir juntas de bodorrio, eso es salir de casa las cuatro juntas vestidas, peinadas, maquilladas y a tiempo el mismísimo día del bodorrio. Para colmo, yo tengo que viajar desde París. Veremos.

jueves, 7 de mayo de 2009

Despedidas...y acelerones

Era yo la que no creía en las despedidas, a pesar de una infancia de mudanzas, viajes, idas y venidas. Era yo la que pensaba que, como algunos amores eternos que duran lo que dura un corto invierno, hay amistades que perduran lo que perdura la memoria.
Y fui yo la que me sorprendí a mi misma con el corazón partío la última vez que cambié de empresa. Dejaba un equipo excepcional, una agencia que me gustaba, un trabajo que me apasionaba y un jefe que me enseñaba algo cada día. Cuando me despedí de él en su despacho, pensé que no tendría un jefe igual nunca en mi vida y que quizás, solo quizás, esos días de aprendizaje sin límite habían terminado, y que quizás, sólo quizás, nunca me volvería a divertir así en el trabajo, y que quizás, sólo quizás, me arrepentiría de mi decisión demasiado tiempo.
Pero yo soy de las que dicen si a los cambios, de las que miran para delante para evitar ese vértigo que produce echar la vista atrás y de las que siempre acelera cuando vienen curvas.
Empecé un trabajo nuevo en una oficina fría en la que apenas se oía un murmullo, rodeada de gente mucho mayor que yo, que apenas si levantaban los ojos de la pantalla del ordenador para ojearme con caras de curiosidad: ¿qué hacía una periodista de 26 años entre un montón de atareados empleados farmacéuticos, médicos, economistas y marketinianos de mediana edad con perfil de funcionarios?. Ahora sé que empezaba a cambiar mi vida, pero en ese momento no tenía ni idea de lo que me esperaba.
Ya casi ni me acuerdo de esos meses estresantes que provoca el cambio, de la incertidumbre que te acompaña en todo lo que haces, de la primera reunión, la primera entrevista, la primera sesión de fotos, y la primera cagada, porque han pasado cuatro años y parece que hubiera sido una vida entera.
Y, en contra de algunas de las cosas que yo creía, he vuelto a tener el gusto de trabajar con un equipo que me gusta, he vuelto a tener una jefa que me enseña algo nuevo cada día (y la suerte, además, de que ella no es la única persona de mi entorno laboral que me enseña algo cada día), he vuelto a reírme a carcajadas en el trabajo y vuelvo a tener el corazón partío cuando pienso en los seis meses que pasaré en la central, lejos de mi mesa, de esas miradas cómplices y de esas risas incontrolables.
Pero París me apetece mucho, y fiel a mi estilo, estos días, cada vez más cerca de la despedida, y sobretodo por las mañanas –tengo un tiempo concreto para cada sensación-, cuando me entra el vértigo de mirar al acantilado: acelero.

lunes, 4 de mayo de 2009

Histeria contenida

He pasado el puente en Madrid, de "guardia", tenía que estar localizable y disponible por temas de trabajo, y no me marché a Granada. Decidí tomarlo como un descanso, aunque no he descansado nada...y relajarme, pero cada día estoy más histérica que el anterior con el tema de París...y encima hoy, no sólo es lunes, si no que me encuentro fatal: serán los nervios, estará todo en mi cabeza, será el estrés, pero estoy de pena mora. Y encima mañana salgo de viaje a un tema de curro que no me apetece nada.
Estoy tratando de que la histeria sea al menos contenida, pero no sé lo que me durará.
Vistas como la de la foto me calman y me hacen sentir bien. Qué pena que sea en foto.