viernes, 4 de enero de 2008

Mi paranoia de principio de año

Tengo la clásica depresión post-vacacional aderezada con la paranoia de principio de año. A la mayoría de la gente que conozco le espantan las navidades y su tortura llega a su fin al mismo tiempo que el simulacro de paz, amor y amistad, es decir, rondando el primer día del año. Eso si tienes suerte y tu familia no está conformada por un montón de prim@s y herman@s con hijos, porque entonces, el simulacro dura hasta el día 6 de enero, y además de la paz, el amor, y la amistad, incluye necesariamente un montón de buenos sentimientos filiales.
Pero a mí, las fiestas me gustan hasta el día 29, más o menos. Disfruto mucho de la Nochebuena, ocasión única en la que me reúno con la parte de mi familia a la que adoro, y la Navidad suele estar bien…paso el resto de la semana tomando aperitivos, cafés, cenando, comiendo y de copas con amigos y familiares a los que no suelo ver nunca y llegando el 29 estoy empachada de comer y de beber, harta de leer felicitaciones de fiestas, fin de año, y año nuevo, y deseando que pase cuanto antes lo que queda. El punto álgido llega el 31 de diciembre. Nunca me lo paso bien en Nochevieja. Siempre me entra sueño, el ambiente me parece peor que nunca y me siento sola y vacía en medio de tanto borracho. Desde el 31 y hasta aproximadamente mediados de enero el proceso es el siguiente:
Otro año que pasa, y yo sigo exactamente igual. En el mismo trabajo. En el mismo puesto. Con el mismo sueldo. Los mismos compañeros pedorros. En el mismo país. En la misma ciudad. Sin irme a vivir con nadie, sin casarme con nadie, sin tener ningún hijo, sin plantar ningún árbol, ni escribir ningún libro. Por supuesto, siempre exagero muchísimo y normalmente entre el 3 y el 10 de enero planeo dejar el trabajo, coger un año sabático, viajar más, hacer más deporte, leer todo lo que me apetece, escribir por fin una novela, acostarme con más gente, tener un hijo sola, no dejarme vencer por la pereza, ver más a mis amigos, ocuparme más y preocuparme menos, y disfrutar. Poner un bar de chopitos, o una huerta de fresones…
Lo bueno es que a finales de enero todo vuelve a su cauce, no dejo el trabajo porque comparándolo con el mercado está bastante decente. No viajo más, porque cuando tengo dinero no tengo tiempo, y cuando tengo tiempo no tengo dinero. No cojo un año sabático, porque me da miedo no saber qué hacer. No me acuesto con nadie nuevo. Me cago de miedo de tener un hijo sola. Veo a mis amigos igual, es decir, casi nada, pero gasto más en sms por el cargo de conciencia que me da. No me ocupo, aunque tengo la sensación de estar ocupada siempre, lo que conlleva estar siempre preocupada. Disfruto a ratitos, como el año anterior. Al chiringuito de chopitos y la huerta de fresones solo llego en momentos exageradamente desesperados, y como estamos a día 4 todavía no he llegado. Cuando lo haga, os lo cuento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin ha nacido