jueves, 11 de septiembre de 2008

En Ikea saben lo que se hacen

Aprovechando el puente en Madrid (bueno, en mi oficina) y que no salí de viaje, el lunes volví a Ikea después de varios meses sin ir. Ando detrás de unos cajones y unas puertas para una estantería hace un montón de tiempo. Y también quería una balda para la cocina y algunos trastos culinarios: boles y bandejas de cristal, entre otras cosas. Fuimos a la tienda de Alcorcón y cuando llegamos, el aparcamiento estaba misteriosamente vacío. Había coches, pero muy pocos para ser un día medio festivo a las doce del mediodia. Yo me bajé salerosa del coche, contentísima porque vi en un cartel enorme que ya han sacado el Catálogo de 2009 y esto me llenó de optimismo -soy feliz con poco-.
Cuando franqueaba ya la puerta, un joven me tendió un papel. Era un vale de descuento de ocho euros. Como la puerta automática no se abría y el joven no decía nada, miré el panfleto mejor: era un vale de descuento de ocho euros si, pero si acudía a otro centro de Ikea ese mismo día, porque el de Alcorcón estaba cerrado por festividad local.
Vale, ocho euros no es mucho, pero estamos hablando de Ikea: con ocho euros me compro la balda de la cocina.
Y con este pensamiento arranqué y me fui al de Vallecas.
No encontré ni los cajones, ni la balda, pero me dejé una pasta: compré una mesa que no tenía prevista y gasté 100 euros en chorradas. Para lo que usé mi descuento de ocho euros, claro.

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