martes, 2 de septiembre de 2008

Esos pequeños placeres

Hay pequeños placeres en la rutina diaria que le dan mucho sentido a mi vida. A veces más que las que entendemos grandes cosas.
Uno de ellos, quizás de los más tontos, es quedarme en la cama cuando mi compañero de sábanas se ha marchado ya. Casi siempre soy yo la que me marcho antes y siento una envidia desorbitada de verle en la cama, con los ojos medio cerrados, deseándome que tenga un buen día y diciéndome lo guapa que estoy hoy –aunque las ojeras me lleguen a los pies y me haya echado el armario por encima sin orden ni concierto él me lo dice, se nota que no tiene el cerebro en correcto funcionamiento-. Pero de vez en cuando, como hoy, él sale de casa antes que yo y me encanta saber que me queda una hora de remoloneo entre las almohadas desde que suena su despertador hasta que yo apague el mío.
Otro placer son los cinco minutitos más. Apago el despertador y me quedo cinco minutitos más en la cama. Lo malo es que nunca son cinco minutitos. Lo normal es que sea media hora y el placer se convierta repentinamente en dolor cuando descubro, como hoy, que son las 8.43h. Salto de la cama y me dirijo a la cocina descalza y atolondrada. Valoro mis posibilidades: la ducha es inevitable, hoy tengo que ir de princesa, tengo una reunión y estarán varios jefazos. El café sería deseable, pero si no, puedo apañarme con un te.
Pero hay veces que los pequeños placeres se representan ante mis ojos sin avisar, y esos son los mejores. En la cocina, había café recién hecho, aun caliente. Este pequeño detalle ha conseguido que la perspectiva del día cambiara radicalmente. He vuelto sobre mis pasos con la taza en la mano y he descubierto en el espejo del baño que necesitaba depilarme las axilas: en fin, una de cal y otra de arena. No se puede tener todo, imposible depilarme. Las 8.49h. En 10 minutos tenía que conseguir ducharme, vestirme y secarme el pelo, si salgo después de las 9.00h. es completamente imposible llegar a la oficina sin excusa. Así que las axilas tendrán que esperar un momento mejor. Depilarme, por cierto, no es uno de los pequeños placeres de mi vida.

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