martes, 26 de agosto de 2008

A finales de agosto

A finales de agosto me debato entre las ganas de que la rutina vuelva a mi vida y las de alargar estos días raros, pausados y calurosos de agosto. No quiero que se termine el verano, las carreteras de Madrid vacías, los restaurantes sin tanto ruido, la mayor parte de la gente de vacaciones, las horas medio-dormidas, el tiempo para mí, para leer, para escribir, para no pensar en nada o en todo, para valorar la vida, para desordenarme con placer.
Pero tengo ganas de que pase el calor abrumador, que me produce bajadas de tensión que me dejan kao. Tengo ganas de que el trabajo sea trabajo y los horarios horarios. Y los fines de semana sepan a gloria cuanto más cortos son. Y de que llueva, truene y relampaguee.
El final del verano siempre me deprime un poco, al mismo tiempo que me reconforta saberme a punto de realizar la inmersión en la inevitable rutina diaria que no deja espacio a la imaginación.
Aunque este otoño tiene pinta de ir a ser un poco diferente, con más viajes, más responsabilidades, nuevos espacios, nuevos proyectos…por eso estoy algo más intranquila de lo habitual por estas fechas.

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