miércoles, 25 de junio de 2008

Tiene carta de su novio

Hay veces que un simple correo electrónico o sms de alguien a quién quieres te alegra la vida. A mí me ha pasado el otro día con un mail de mi amigo Fran, que es como el hermano pequeño que nunca tuve.
Conocí a Fran en Haarlem –Holanda- durante mi Erasmus y, sencillamente, lo adoro. Vive en Barcelona. A veces, cuando voy de trabajo, le llamo, porque me encanta verle, pero como normalmente siempre voy con prisa, pues no le veo todo lo que a mí me gustaría, y me consta que él también.
Reproduzco, con su permiso, parte de su correo.

Hola Cris, Tengo que decirte una cosa, hoy he descubierto tu blog; me lo comentaste hace tiempo pero hasta hoy por cosas varias (la principal no soy muy de navegar en la red) no he entrado. Simplemente decirte que me encanta, tienes una forma muy especial de contar las cosas, lo vivido, tus pensamientos..... y me ha entrado un sentimiento de envidia sana hacia las personas que te pueden tener cerca y la pena de no habernos conocido mejor en Haarlem. Nosotros hablamos de uvas a peras y nos vemos de dos pascuas en ramos y es sabido que mantener el contacto de seguido aunque parece fácil no lo es tanto cuando hay media España por medio.
Muchos besos y cuídate.

P.D: ¿¿¿¿¿¿¿¿Para cuando la versión cinematográfica de tu blog?????? jajajaja


La ilusión que sentí al leerlo, me hizo recordar cuando de niña, y de adolescente me cantaban aquello de “Tiene carta de su novio”. Me explicaré.
Cuando era niña, y no existía Internet, ni el correo electrónico, ni los móviles, y cuando sólo había un teléfono fijo en casa de tus padres y ojito con usarlo para llamar a tu amigo de Sevilla que conociste en el campamento de verano de La Manga del Mar Menor, Murcia, porque te mataban, existían las cartas.
Conservo en casa de mi madre cajas y cajas y cajas de cartas de mi infancia y adolescencia. Mi padre siempre ha viajado mucho por el trabajo y yo he ido de ciudad en ciudad con él, así que dejaba amigos tras de mi, y la amistad generalmente continuaba en forma de misivas. Me encantaban: el olor, el papel, la tinta, la letra a veces difícil de entender. Y gracias a ellas conservo grandes amistades, como la de mi amiga Blanca, que ahora vive en Londres, o mi amiga Inma, de Murcia.
En verano siempre me iba de campamento y repartían las cartas en el comedor, a la hora del almuerzo. Generalmente un monitor en el centro leía el nombre y el apellido del receptor de la carta y todos los críos a voz en grito cantaban: “Tiene carta de su novio”. Fuese del novio, la amiga, o la abuelita, todos experimentábamos una emoción sin límites cuando nos llegaba alguna carta, las leíamos varias veces, las paseábamos, y casi guardábamos bajo la almohada.
Me da mucha pena haber perdido algunas emociones de este tipo, al no recibir ya apenas cartas, pero siempre podemos volver a sentirlas, por otras vías.

Gracias, Fran.

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