miércoles, 11 de junio de 2008

Desencuentro - otro relato

Ha salido del trabajo más apresurado de lo normal, quiere llegar puntual y no hacerla esperar. Hace casi 1 año que no se ven, aunque suelen mantener contacto telefónico y por e-mail de manera regular. Ha atravesado el parque a paso ligero. La última vez quedaron en el mismo bar, pero tenía otro nombre.
Ella ha cogido la moto del garaje aun sabiendo que va bien de tiempo. Tiene ganas de verle en persona después de tantos meses. Sin casi darse cuenta ha calculado mentalmente que ya debe hacer unos nueve años que se conocen. La primera vez que se vieron fue en un cóctel en el Museo del Prado. Ella no tenía más de 20 años y se aburría soberanamente entre tanto publicista maduro y acabo hablando con él, joven promesa de la publicidad que atesoraba algunos premios ya, a pesar de ser más o menos de su edad, pero que tenía un desparpajo y una gracia que le hacían parecer mayor. Salieron de allí bajo la lluvia y tomaron café en un sitio pequeño y oscuro.
Desde la primera vez que hablaron, ella supo que él iba a ser alguien en el mundo de la publicidad en un futuro no muy lejano. Eso, y que acabarían por enrollarse.
Se despidieron.
Él volvió a la agencia y ella a la facultad. Pero esa misma noche acabaron besándose y casi desnudándose en el coche de él.
Nueve años y varias relaciones de ambos después ya no recordaban las veces que habían visto el cuerpo desnudo del otro, ni las que sólo lo habían imaginado.
Cuando él no salía con nadie ella si. Cuando ella tenía un fracaso sentimental él acaba de conocer a alguien. Sus tiempos nuca coincidieron y siempre fueron amigos y ocasionalmente amantes. Al principio ella se enganchó muchísimo pero se le pasó. Y cuando más insistió él menos quiso ella. Y cuando más le deseo ella, más se alejó él. Quizás el desencuentro era parte del encanto.
Él estaba esperando nervioso en la puerta del bar cuando ella aparcó la moto en la acera. Lo primero que pensó fue lo mayor que estaba y sonrío para sí, porque a veces la mente le hacía recordar a las personas en un momento determinado. Y ella, a Eduardo lo recordaba con ventipocos, seguro de sí mismo, moreno y recién duchado, tal y como lo vio la única vez que pasaron la noche juntos, un millón de años atrás.
Se miraron.
Él pensó que ella seguía estando bien, pero sin duda se lo notaban los 29 cumplidos. Sobretodo en la ojeras. Sobre todo en las caderas. Trató de recordar la última vez que la había visto vestida informal, sin traje de chaqueta, sin tacones, sin cara de salir de la oficina, pero no pudo.
Ella fue al grano, si algo le gusta de Eduardo, es que con él puede hablar de todo: “Quería decirte que me caso, el año que viene, en primavera o en verano, quiero que vengas a la boda”.
Él no pudo contener la carcajada. “Joder, Clara, yo quería contarte que me caso en octubre y preguntarte si querías venir”.
Unieron a los dos humeantes cafés que ya tenían sobre la mesa, dos copazos de ron con coca cola y brindaron por el matrimonio, en una catedral el de él, en un palacio el de ella.
Los dos volvieron a casa sorprendidos y contentos y raros. Sobre todo raros. Él siempre que creyó que con los años y la estabilidad ella dejaría de gustarle. Al llegar a casa y besar a su futura, recordó que incluso una vez le preguntó a Clara –no muy convencido, eso era cierto- si ella había pensado alguna vez cómo sería ir los dos cogidos de la mano por el parque.
Ella siempre pensó que a fuerza de desencontrarse acabaría por no tener más ganas de verle. Cuando llegó a casa y llamó por teléfono a su futuro estuvo desconcentrada, pensando en aquella vez que le dijo a Eduardo que quizás ellos podrían tener una relación estable porque se conocían muy bien. Y también recordó otra ocasión en que, enrabietada por algo que le había hecho él, le dijo que ellos no podrían tener una relación estable nunca porque “ya nos conocemos, Eduardo, ya nos conocemos”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que suerte tienen los protagonistas, tanto buena como mala...
Que difícil es luchar contra las corrientes opuestas que unen y alejan personas.
Esos con quien creías que... pero luego... y más tarde...