viernes, 4 de julio de 2008

Batallitas: de guapo subido en Sevilla

Hace unos tres años, cuando llevaba muy poco tiempo en la compañía, plena primavera, organizamos un acto en Sevilla, una conferencia de Antonio Gala en el Hotel Alfonso XIII, que tuvo muchísimo éxito de asistencia y salió perfecto.
Yo llegué a Sevilla un día antes del evento y esa primera noche, salí con un viejo amigo a cenar, a tomar algo. Hacía 5 años que no lo veía y acabamos en un karaoke, bebiendo rones con coca-cola y riendo muchísimo. Esa noche, lo pasé genial, tanto que no dormí. Llegué a mi hotel, Villa de las Palmeras, en un sitio apartado y tranquilo, un hotel pequeñito al que me habían derivado porque estaba lleno el que me había buscado la agencia, me di un duchazo, me calcé el traje y el taconazo y me marché. A las 8 y media de la mañana tenía que estar en el Alfonso XIII para el montaje de la sala.
Pasé el día entre carteles, decoración, elementos multimedia, llamadas de organización, de prensa, de mi jefa. Fue todo muy divertido.
Ya había notado yo que andaba con el guapo subido desde la noche anterior, gracias a mi guapísimo y divertido acompañante y a pesar de que ese día debía tener ojeras y cara de cansancio acumulado, cada hombre con el que me cruce esa tarde, me insinuó que estaba yo muy apetecible. Incluso ligué con un fotógrafo buenorro que me citó después de mi evento en una discoteca de moda.
Una vez terminó la conferencia de Gala, con mis notas en la mano, me fui al Business Centre del hotel a redactar la Nota de Prensa.
Yo llevaba mi cuaderno y un dossier con documentación y tarjetas mías dentro.
El único ordenador que tenía la sala estaba ocupado por un tío moreno, de ojos claros, guapísimo. Mientras esperaba a que él terminase, intercambiamos algunas palabras sobre el evento, sobre porqué estaba yo allí aquella noche, sobre mi trabajo, el suyo, todo muy cordial. Era portugués y estaba en Sevilla por negocios. Intentó tontear conmigo, pero no le seguí mucho el rollo. Después una compañera de la oficina comentaría conmigo lo bien parecido que era. He olvidado su nombre. Se marchó y yo estuve una hora finiquitando aquella jornada tan productiva. Salimos de allí varios compañeros, tomamos una copa y a eso de las cuatro de la mañana volví a mi hotel, completamente rendida. Por supuesto, no fui en busca del fotógrafo guapetón.
Llevaba como 40 horas sin dormir.
Todavía hoy no comprendo como, tras tanto cansancio y subidón, podía seguir manteniendo el guapo subido.
Cuando escuché golpes en la puerta de la habitación estaba tan dormida que pensé que estaba soñando. Los golpes siguieron y atolondrada miré el reloj, eran las cinco y media de la mañana. Cuando quise enterarme de que llamaban a mi puerta, ya no había nadie. Volví a la cama. Entonces sonó el teléfono fijo de la habitación. Era el portugués diciéndome que le abriese, que quería hacer el amor conmigo aquella noche. Insistió tanto, que me dio miedo y pasé el resto de la noche hecha un ovillo, sin moverme, arrugada como una pasa, rezando por que se hubiese marchado. Con los primeros rayos de sol, me di cuenta que se había llevado mi dossier cuando salió de la sala de ordenadores del hotel y que tenía todos mis datos.
A partir de ese momento comenzó a llamarme al móvil compulsivamente porque quería quedar conmigo a toda costa. Yo estaba muerta del susto, creyendo que cualquier día aparecería por mi oficina. Eso nunca sucedió y gracias a una intervención de voz masculina en mi teléfono, dejo de llamarme al cabo de un tiempo.
Lo recuerdo muy lejano, como un mal sueño, porque acabé por estar realmente asustada.
Pero el guapo lo tenía disparado, eso si, no me cabe duda.

2 comentarios:

Alf dijo...

Definitivamente, no tienes abuelas!!!! ;)

Cris dijo...

No, ejjjejee, me lo digo todo yo.