martes, 8 de abril de 2008

Gorda y feliz

Mi sabia madre siempre decía, cuando yo era más jovencita, que “engordaba de felicidad”. Han pasado años hasta que yo he entendido el alcance de esta explicación y ha tenido que ser por sufrir una situación inversa, es decir, adelgazando de infelicidad.
A mí, que soy formato pelotilla, y que me encanta comer, la única dieta que me ha funcionado alguna vez es la del sufrimiento. Bueno, eso, y una buena indigestión de gambas. En ambas, me quedo como una sílfide, pero claro, aunque el resultado me guste, conlleva causas desagradables, que no merecen la pena.
Es cierto que el verano pasado, después de seis meses sin poder dormir, vomitando todo lo que comía y sin apenas respirar, pude ponerme una minifalda vaquera que ni en mis mejores sueños y por primera vez en toda mi vida mis muslos no se rozaban el uno con el otro.
Todo esto, además, sin perder talla de sujetador, porque no sé por qué misterioso pacto con el diablo hay partes de mi cuerpo que no adelgazan nunca.
No es menos cierto que pude usar un mini bikini y camisetas de tirantes de la talla S.
Pero a pesar de que a nadie le amarga verse divina – de cuerpo, porque la cara la tenía hecha una pena- y que tengo guardado el resguardo de ese verano en que pesé 57 kilos –a falta de documentos gráficos más interesantes, porque lo que tiene la infelicidad es que fotos no te haces ni una-…no he perdido la perspectiva: prefiero, sin duda, ser gorda y feliz.
Como en la foto, formato pelotilla.

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