domingo, 19 de abril de 2009

¿Un sueño que se puede cumplir?

Me quedan menos de dos meses para irme a vivir y trabajar 6 meses a París, a la central de mi empresa, donde he deseado irme durante los cuatro años que llevo en la compañía.
Desde siempre he querido viajar, conocer mundo, trabajar en el extranjero, ir, venir, cambiar de aires.
Cuando terminé la carrera de periodismo, hace un tiempo largo ya, tenía 22 años y no estaba preparada para casi nada. No encontraba trabajo, y estaba aterrada: entonces tomé un par de decisiones que ahora sé que fueron acertadas y clave y después de un año increíble trabajando en Efe, me marché a Holanda el último curso de mi segunda carrera y además de convertirme en otra persona, tuve la gran suerte de descubrir que podía ser muchas cosas, tantas como quisiera y todos mi miedos y angustias desaparecieron para siempre: regresé, empecé a trabajar como una loca y supe que Holanda no iba a ser el único país extranjero en el que viviría.
Hace un par de años, quizás más cerca de tres, desee intensamente que el destino me llevase a algún otro lugar, donde fuese, pero lejos de Madrid. Pero el destino no quiso y me dejó en Madrid hasta el día de hoy.
Hoy las cosas van demasiado deprisa. No hace ni un mes que se planteó la posibilidad de marcharme temporalmente a la central a un proyecto muy apetecible y la semana pasada ya me entrevistó mi futura jefa en París. Tengo que incorporarme en cuanto termine el master del universo, que finaliza el 5 de junio, así que seguramente el lunes 8 de junio amanezca cerca de Notre Dam.
Es una grandísima oportunidad profesional y personalmente, un nuevo reto, porque tengo mucho que aprender, entre otras cosas: francés. Y volveré a estar sola en un país que no es el mío y en una situación más complicada que ser un Erasmus, que es siempre una experiencia en la que te encuentras rodeado de un montón de jóvenes estudiantes como tu, solos en el mundo, con mucho tiempo, muchas ganas y muy poco dinero.
La situación ahora es diferente. Y me pone un poco nerviosa. Pero como ya os dije: no sé si me pone más nerviosa que contenta, o más contenta que nerviosa.

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