Y eso que ayer sábado lo pasé estupendamente: dormí en casa de mis padres el viernes, por lo que el sábado desayuné con mis hermanas, mi prima, mi tía, mi madre y me estuve riendo desde que me desperté hasta que me acosté: varios cafés en el cuartel general, paseo por el mercadillo de Majadohanda, aperitivo en ese bar que tanto nos gusta, comida familiar, siesta, tormentas puntuales, cena multitudinaria en la pizzería y copas en el chiringuito...me acosté tarde, pero encantada. Y hoy me he levantado con la sombra gris del domingo desaprovechado en la mirada. Sólo he podido planchar, recoger, hacer la maleta, comer y volar para Atocha.
Atocha me encanta. Ver el invernadero es lo único que me ha hecho sonreir hoy, además de la despedida en el coche. Voy con cara de ajo pocho y el estómago revuelto camino de mis obligaciones.
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