lunes, 3 de agosto de 2009

Principios de agosto en París

La escapada de dos semanitas a España se ha pasado en un suspiro. Y ya estoy de vuelta, no a la rutina, porque París aun no se ha convertido en una rutina para mí, pero si a la oficina, a una oficina prácticamente vacía, porque la mayor parte de mis compañeros están de vacaciones en agosto, a una oficina sin jefes, porque también están disfrutando de sus días libres, a una oficina en la que apenas suena el teléfono y los correos llegan con cuentagotas.
Pero el primer día no ha sido tan duro como esperaba...cuesta levantarse, cuesta estar quieta en la mesa, mirando al ordenador ocho horas, cuesta volver a esforzarse por leer los correos atrasados en francés, cuesta darse cuenta que echo de menos la poca tranquilidad de mi oficina de Madrid. Cuesta darse cuenta que los meses pasan rápido, que las novedades se suceden en la empresa, que a este verano le sucederá velozmente una nueva primavera y un nuevo verano y que serán muchas las vaces que me ria, y otras tantas las que me diga sólo para mí "nada nuevo bajo el sol".
No he tenido ni ganas de escribir durante las vacaciones, pero he leído mucho, y he leído, por fin -aunque avergüence un poco decir esto- a mis 30 años a Benedetti. Ahora, precisamente este año, he descubierto yo sus cuentos. He leído Con y sin nostalgia (1977); y Buzón de tiempo (1999). Y ahora estoy leyendo la primera novela de Rosa Montero. Y me he traído un cargamento de libros de España, que me acompañen en mi Nidito Parisino este extraño mes de agosto en París.

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