sábado, 17 de mayo de 2008

Casual Day

He ido al cine a ver Casual Day. No está mal. Yo he salido del cine algo angustiada porque hay verdades como templos que ponen los pelos de punta y a mi no me gusta ver reflejadas cosas oscuras que pueden pasarme en cualquier momento, pero me ha entretenido. Me han gustado mucho Malena Alterio –tan bueno y tan real su personaje de Bea- y Alberto San Juan. También está bien Tosar. Me ha decepcionado algo Arturo Valls –claro que no tiene la culpa él, siempre espero que se arranque con una gracia y esta no iba de gracias-.
Ver a los compañeros de oficina fuera del entorno habitual es casi siempre traumático. No es lo mismo que en el colegio –mención a parte quizás merezcan los colegios con uniforme, que nos velan un poco-, o en el instituto, ni por supuesto en la universidad, porque a pesar del marco del aula, todos más o menos tendemos a dejar clara nuestra esencia y la ropa, el pelo, la forma de movernos y de hablar es la nuestra. Por eso, la primera vez que sales de clase, al cine, de cañas, o a casa de un compañero de clase, las diferencias apenas son perceptibles.
En una oficina es completamente diferente. No hace falta que organicen el Casual Day, basta con que te animes a tomar un café después del trabajo con alguien para quedarte noqueado por el cambio: nuevas formas de gesticular, un estilo de vestir diferente, otro peinado...
Al menos mi experiencia me ha enseñado, que cuanto más grande y más multinacional es la empresa, más tiendes a diluirte en el estilo de la misma, que es un poco el de todas las compañías grandes europeas o americanas.
Quizás los becarios guarden un poco de su personalidad real, los que llevan poco tiempo, antes de que nadie
les haya dicho “es que aquí hay que venir de traje”, “al jefe no le gustan los piercings” ó “están prohibidos los vaqueros y los pantalones de pana”. Pero el resto, perdemos sin apenas darnos cuenta, nuestras peculiaridades. Yo misma lo hago, y lo sé. Una de las cosas que más echo de menos de trabajar como periodista es vestirme como me de la gana, pero es uno de los peajes que pago por haberme pasado al “lado oscuro” y lo pago con gusto ya que calzarme el traje y los taconazos de lunes a jueves me permite comprarme todos los vaqueros, camisetas, zapatillas de deporte y chanclas que se me antojen y ponérmelos en mi otra vida, la que no paso en la oficina.

*Nota: Alberto San Juan nació en el 68, tiene 40 años, según dice la wikipedia, ¡¡¡se conserva pero que muy bien!!!.



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