Es lo que más echo de menos en el trabajo desde que se fue a París: esas conversaciones banales que amenizaban cualquier café, unas risas por cualquier detalle sin importancia, saber que en un momento de agobio podía ir a su despacho y en un par de minutos todo sería mejor, más fácil, más calmado.
Mi nuevo despacho en París está a tres o cuatro del suyo... y me llena de ilusión saber que podré recuperar esa sensación de buen rollo instantanea que en los últimos meses ha brillado por su ausencia en la oficina de Madrid.
2 comentarios:
Que chaquetera!!!!!
Ya lo decían: Si quieres saber como es fulanito, dale un carguito, jajajaja
Jjejeje, cariño, lo nuestro no tiene parangón por mucho que Pedro me provoque buen rollo.
Publicar un comentario