miércoles, 9 de enero de 2008

El amor a primera vista está mal definido

El amor a primera vista lo malo que tiene es que como en el primer vistazo no te fijes mucho, la cagas. Como es a primera vista lo de fijarse es algo más difícil de lo que se puede pensar.
Muy bonito, sí… sobre todo para contarlo a las amigas. “Si, tías, fue verle y saber que era él, nos miramos, y sin preguntarnos ni el nombre ya estábamos desnudos sobre las rocas” –miradas emocionadas del grupo de amigas selectas, sonido de violines de fondo, brisa marina-.
Un par de semanas después– “Si, amigas, hemos pasado una semana sin salir de la cama…bueno, salimos para ducharnos juntos…fue fantástico. ¿Comer?, qué vulgar, nosotros nos hemos estado alimentando del amor (a primera vista) –suspiros de las amigas, suena un tango de fondo, aúllan los lobos-.
Y así durante un tiempo.
Pero pasado este periodo prudencial…generalmente coincidente con una repentina bajada de temperatura corporal y estacional, de repente te levantas un día y te das cuenta de que el que creías hombre de tu vida tiene pelos en los hombros. Y que no lee ni el Marca.

Si tienes 18 años – iba a decir 15, pero en ese caso tendría que volver atrás y decir “enredados entre las rocas” donde dije “desnudos sobre las rocas”, y “una semana sin soltarnos la mano” donde dije “una semana sin salir de la cama” y no es lo mismo- estas revelaciones no te importan nada: “Nuestro amor, queridas amigas, será más fuerte, ¿a quién le importan los pelos en los omoplatos? ¿No existe acaso, la depilación definitiva?” “A quién le importa que no haya leído un libro en su vida? Él es sensible en otros ámbitos”. Y te quedas con tu amor – a primera vista – por un tiempo, quizás años, haciendo todo tipo de tonterías, quizás hasta que le eches un vistazo a otro, quizás en otro caluroso mes de junio.

Si tienes 25 años –ahora podría decir 28, pero se me rompen el orden que había establecido en mi mente- aguantas un invierno, máximo dos, lo justo para poder explicarles con detalle a tus amigas lo que os regalasteis en Navidad, y en los cumpleaños, y para hacer una o quizás dos escapadas románticas. Hasta que de repente un día, en medio de confidencias, te sorprendes a ti misma diciéndoles a las selectas “¿Cómo me he podido enamorar – a primera vista- de un tío con pelos en los hombros”, muy sencillo, porque no le viste los pelos en el primer vistazo. Él tampoco se fijó que sin tacones mides 1.54, y que sudas más que él… “jódete, -piensas tu-, haberte fijado mejor”. Y en ese preciso momento surge el desamor a primera vista, y tú contentísima, porque si hubieras conocido este concepto antes, de qué hubieras estado meses llorando con 20 años por un completo imbécil.

Si tienes 35 años eres súper-afortunada porque ya lo sabes: el amor a primera vista tiene un nombre que no le hace ninguna justicia y hace tiempo que tus amigas y tú lo llamáis por su nombre: pasión a primera vista. En el mismo momento que se termina la semana que habéis pasado en la cama, y justamente al mismo tiempo que le estás mirando los pelos de los hombros, y él está jactándose de no haber leído un libro en su vida, te haces un favor a ti misma –y a tus pobres y pacientes amigas selectas- y le dejas con la usual frase “Esto ha sido un hermoso amor de verano, y, cariño, es mejor que lo recordemos así”.

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