lunes, 6 de julio de 2009

Pánico en el ascensor

Salgo de las clases de francés con un dolor de cabeza de no-te-menees. Normalmente las estoy teniendo por la tardes, cuando la jornada laboral empieza a pesar y las dos horas seguidas se me hacen un poco cuesta arriba. La profesora se ha quedado sorprendida de que hubiese pasado los apuntes de las primeras clases a limpio: me hubiera encantado tener suficientes palabras en mi (mínimo) vocabulario en fracés para explicarle que si espero mucho tiempo, luego no entiendo mi propia letra y es bastante vergonzoso.
De la de hoy he salido cerca de las seis y media con la cabeza llena de croissants, brioches, pan ou chocolat, baguettes y tarte pour six persons aux pommes, fraises, et citron. Hemos estado haciendo frases para poder comprar en la boulangerie e patisserie, que, por lo menos son frases útiles que quizás algún día me anime a usar, y mucho mejores a los clásicos que solemos aprender del tipo "Je suis Japanais" o "My tailor is rich".
Cuando he llegado a casa, me he acordado de la enorme caja de cartón de la televisión, escondida detrás de la puerta de mi cuarto desde que me la puso el técnico hace ya más de dos semanas, sobresaliendo por debajo de las cortinas, entorpeciendo el paso y molestándome cada vez que quería abrir bien la puerta, bien la ventana. El técnico dijo que debía conversarla 15 días, que se cumplieron el sábado pasado, así que me he dicho que esta tarde era un buen momento para bajarla.
La he sacado al descansillo desde el cuarto a empujones. Y la he metido a presión en el ascensor (llamarle a esa caja de zapatos ascensor es de risa, pero bueno, sube y baja, debe tener entre cien y cientoveinte años y cada vez que entro, que es cuando llevo tacones muy altos o cuando voy cargada exclusivamente, aguanto la respiración porque no quiero saber a qué huele). Y detrás de la caja, he entrado yo. Las puertas han cerrado bien. Yo bajaba en camiseta de tirantes, pantalón y con las llaves en la mano. Nada más. Ni bolso, ni chaqueta. Ni móvil. Ni diccionario. Al llegar al bajo, las puertas se han encajado con la caja. No me preguntéis cómo ha sucedido, pero ni-pa-lante-ni-pa-tras. Y ahí es cuando me ha entrado el pánico: "Je suis Cristina, Je suis espagnole y Je suis acojonaita", me he imaginado que podía decirle con mi marcado acento de española torpe, a la voz que me atendiese en francés si me veía obligada a llamar a la campanita amarilla del ascensor. He estado tres o cuatro minutos forcejeando con la puerta y con la caja. Al final, de un empujón, hemos salido del ascensor volando la caja y yo.
Aprendizaje de esta tarde: no salir ni al portal sin el móvil (al menos hubiera podido llamar a una voz amiga para llorar) y decirle a profesora de francés que me enseñe a decir: "Estoy atrapada en el ascensor. Me saquen de aquí YA".


2 comentarios:

Olga dijo...

Menos mal que no me pasó a mi. QUe hasta hace poco, no entendía ni cuando se separaban las palabras -cuando me hablaban -.
También podías haber probado a desmontar previamente la caja. Ayuda bastante, jejeje.

Cris dijo...

Jejjeje, si, un poco borrica si que soy...jejejej