martes, 5 de febrero de 2008

Me encanta el tinto de verano

Me encanta el tinto de verano, el de beber, y los que escribía Elvira Lindo en El País en verano, y que después fueron editados como libros (que os recomiendo mucho, mucho, muchísimo). En uno de ellos contaba que a ella no le gusta pasear por el campo, porque le da yuyu que le salga un perro, y además, no hay escaparates.
A mí me pasa un poco lo mismo, que el campo me gusta para verlo por la ventana, y admirar el paisaje, me encantan las huertas, y las casas de pueblo –y tomarme un tinto con refresco de limón sentada en el porche de la casa de pueblo, por supuesto-, pero creo que no me acostumbraría a estar en el campo siempre, son demasiados años viviendo en ciudades.
Para un fin de semana, o un puente, irse al pueblo está genial y a mí me relaja. Por eso, mi hermana y mi prima se animaron a que nos fuésemos a celebrar mi cumpleaños por adelantado a un pueblo de Palencia, que se llama Vallespinoso de Aguilar y que por no tener no tiene ni cobertura de móvil. Parece mentira, pero hacía mucho tiempo que no estaba “incomunicada” un fin de semana entero.
El pueblo tenía como siete casas en total. Y una ermita románica muy bien conservada, como único atractivo del pueblo. Ni la clásica tienda de ultramarinos que yo recordaba que tiene todo pueblo, ni un triste bar donde ir a echar la partida, ni gente por la calle.
Eso sí, perros había un montón y antenas parabólicas más que casas. Los pocos habitantes que quedan en la aldea está claro que tienen tantos canales de televisión como perros guardianes, por muy paradójico que esto pueda resultar. ¿Será para que no les roben la señal?.
Creo que lo que más me gustó, además del olor a chimenea impregnado en la casa, fue volver a escuchar, tantos años después el sonido de un arroyo. Desde pequeña que no oía ese tintineo del agua, chocando con las piedras, y deslizándose por el pequeño caudal. Me dio pena pensar que debe haber niños y adolescentes que nunca habrán escuchado como suena un riachuelo. Me propuse, si tengo hijos algún día, llevarles a pueblos donde puedan disfrutar del sonido del viento, del agua, de la tierra, y del mismo campo…

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