domingo, 10 de febrero de 2008

La vida no tiene carné por puntos (menos mal)

Calculo que me deben quedar menos de seis puntos del carné de conducir, pero es que no quiero ni saberlo, en la incertidumbre vivo mejor. Desde que salió el nuevo carné por puntos, estoy siempre aterrada de que me quiten alguno más, y quedarme sin coche, que en mi caso equivale a quedarme sin libertad, después de diez años de una intensa relación con él.
Siempre me los quitan por velocidad. No por saltarme un semáforo, aparcar mal, o hacer un giro indebido. No. Por velocidad, única y exclusivamente, porque siempre voy rozando el límite -por arriba-.
Desde que aprobé con 19 años me viene pasando lo mismo. Voy demasiado deprisa.
Esto se contradice con mi forma de ser en el resto de ámbitos de mi vida, en los que siempre he ido poco a poco, haciendo lo que hay que hacer, en el momento que se consideraba correcto hacerlo, y esto se circunscribe a lo laboral, a lo estudiantil, y a lo personal.
Después de que mi infancia y adolescencia transcurriesen de modo natural y a su debido tiempo, según los cálculos de mi propio padre: a los 18 empecé la primera carrera; a los 19 hice mis primeras prácticas; a los 22 acabé Periodismo, que coincidió con mi primer trabajo. A los 23 empecé la segunda carrera, Publicidad. Me fui de Erasmus. Compartí piso en una residencia de estudiantes, primero con un italiano, después con una finlandesa, y tras dos contratos basura, a los 25 me firmé el primero indefinido, para a los 26 independizarme, marchándome de alquiler a compartir piso con una amiga.
El siguiente paso era irme a vivir con mi novio, con el que llevaba saliendo siete años, a los 28. Pero este semáforo me lo salté sin querer, y las velocidades de esta vida mía, se descolocaron.

La cosa fue más o menos así:

“Toma la llave”. Me tendió un manojo de tres, con una chapita azul que tenía grabado un número. Hay tres, le dije. “Si, la del garaje, la del portal y la de casa”. Me quedé mirando las llaves con cara de pasmo. La noche anterior me había anunciado que me iba a dar la llave del garaje, “para no tener que bajar a abrirte cada vez que te marchas por la mañana antes que yo, que una cosa es el amor, y la otra, bajar a abrirte en pijama a las siete de la mañana con cero grados”. Yo bromee con la idea de que eso era lo más comprometido que nadie había hecho por mí nunca, darme las llaves de su garaje. 24 horas después con las tres llaves en la mano, no supe muy bien si hacer un chiste, o si echarme en sus brazos. Hace unos seis meses que salimos juntos y me ha dado las llaves de su casa. La vida me sorprende cada día por su imprevisión. Opté por meter las tres llaves en el bolso y no decir nada.
Después le pregunté “¿Qué hago con las otras dos llaves?, ¿Me las quedo?”, y él me respondió “Quédatelas, son para ti. Y que viva la velocidad”.


De existir un carné por puntos de la vida, he perdido por lo menos ocho de golpe, pero soy muy feliz.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tu blog!!!

Besitos santanderinos.

Lara.

Queen Galadriel dijo...

Hola, acabo de descubrir tu blog y me gusta bastante lo que he leido, te vistaré con asiduidad. Un besito.
PD: Q pronto posteas! a las 8:30 ya estas publicando, yo si no fuera porque voy a clase, hasta la una no me levanto si puedo, jaja.

Cris dijo...

Me alegra mucho que te guste, Queen Galadriel.

Anónimo dijo...

A veces hay que dejar a un lado tanta precaución y vivir, que no hay más oportunidades que ésta. Si dejas de hacer algo, esa oportunidad ya no volverá.

Tengo la misma edad que tú, y hay cosas que las siento parecidas.

Ánimo y adelante :)

Cris dijo...

En esas estoy. Pa´ lante, que hay que vivir, y disfrutar. Aunque me de vertigo...compensa!!!