domingo, 8 de noviembre de 2009

Espinacas y mandarinas

Todo el mundo a mi alrededor me dice lo súper-importante es que me alimente bien ahora que soy un huevo kinder, para que me salga sana y hermosa la sorpresa. Debo decir que tengo la grandísima suerte de que a mí, de comer, me gusta todo. Así que pasados los tres primeros meses de vómitos en los que daba lo mismo que me intentase comer una manzana que un bocadillo de patatas fritas, porque me duraba lo mismo en el estómago, el último mes y medio me estoy atiborrando a verduras y frutas. Concretamente a espinacas, piña y mandarinas.
En el comedor de empresa siempre hay tres o cuatro platos preparados, carne y pescado a la plancha, y lo que más me interesa, varias guarniciones de las que te pueden poner una o varias al lado del plato que decidas tomar ese día. Además hay un bufete de ensaladas y otro de postres.
Invariablemente de que el plato sea pollo al horno, cuscús, filete a la plancha o lasaña, casi todos los días hay espinadas de guarnición. Y a mí me gustan mucho, y me sientan estupendamente, así que…por lo menos tres días a la semana me las termino pidiendo después de mirar con mala cara la menestra –cómo es posible que me gusten tanto esas verduras por separado y tan poco en conjunto- y tengo al cocinero maravillado cuando hago combinaciones como espaguetis con salsa de tomate y … espinacas por encima: buenísimos, ejjeejje.
La piña y el melón los tienen pelados entre los postres así que la piña suele terminar en mi bandeja. Y todos los días me llevo fruta para la merienda pero, claro, no es nada fácil pelar y comerse una pera de agua enfrente del ordenador si quieres evitar la piel, así que las opciones se me suelen reducir a plátano o mandarinas y casi casi siempre triunfan las mandarinas.
He leído en algún sitio que los bebés a partir del cuarto mes, o un poco antes, ya saborean lo que se come su madre y que podría influir en sus gustos posteriores: como para el mío salga diciendo que no le gusta el verde.

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