
En el comedor de empresa siempre hay tres o cuatro platos preparados, carne y pescado a la plancha, y lo que más me interesa, varias guarniciones de las que te pueden poner una o varias al lado del plato que decidas tomar ese día. Además hay un bufete de ensaladas y otro de postres.
Invariablemente de que el plato sea pollo al horno, cuscús, filete a la plancha o lasaña, casi todos los días hay espinadas de guarnición. Y a mí me gustan mucho, y me sientan estupendamente, así que…por lo menos tres días a la semana me las termino pidiendo después de mirar con mala cara la menestra –cómo es posible que me gusten tanto esas verduras por separado y tan poco en conjunto- y tengo al cocinero maravillado cuando hago combinaciones como espaguetis con salsa de tomate y … espinacas por encima: buenísimos, ejjeejje.
La piña y el melón los tienen pelados entre los postres así que la piña suele terminar en mi bandeja. Y todos los días me llevo fruta para la merienda pero, claro, no es nada fácil pelar y comerse una pera de agua enfrente del ordenador si quieres evitar la piel, así que las opciones se me suelen reducir a plátano o mandarinas y casi casi siempre triunfan las mandarinas.
He leído en algún sitio que los bebés a partir del cuarto mes, o un poco antes, ya saborean lo que se come su madre y que podría influir en sus gustos posteriores: como para el mío salga diciendo que no le gusta el verde.
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