Cuando empecé a escribir en la croqueta, o para la croqueta, no tenía cuenta de Facebook, ni sabía lo que era Twitter, ni Linkedin. Empezaba a vislumbrar una nueva faceta de la vida, la digital, que me resultaba fascinante y desconocida por igual, no tenía muy claro como moverme en este nuevo entorno -muchas veces sigo teniendo esas mismas dudas, eso también es verdad- y no me imaginaba que terminaría por estar completamente presente en esa especie de doble vida que nos ofrece la realidad digital, y que iba a ser muy activa en ella.
Hace unos días he leído el promedio de horas (ya no recuerdo la cifra) que pasamos al año en las redes sociales, y el artículo decía que invirtiendo ese mismo número de horas se podría aprender un idioma un año.
Fascinante.
Aterrador.
Y sobretodo curioso.