miércoles, 15 de julio de 2009

Me voy de vacaciones

Nada hay más relajante y que produzca más euforia que la sensación que provoca estar a punto de salir de vacaciones.
Y así es como estoy yo esta mañana...entre nerviosa, agobiada preparando las últimas cosas y metiéndolas en la mochila, mirando los billetes de avión varias veces, y deseando que den las seis de la tarde para salir volando desde Charles de Gaulle: destino mi tierruca.
Sólo he podido pedirme dos semanas, pero son las dos últimas de julio, mis favoritas, es la mejor época para estar en Santander: suele hacer buen tiempo, es la semana grande, mi familia está allí...la mejor época sin duda.
Además, empiezo las vacaciones con la boda de una de mis mejores amigas de toda la vida, que no se puede empezar mejor.
Necesito desconectar tanto que he tomado la decisión de no llevarme el ordenador estas vacaciones...y voy a tratar de no conectarme mucho, para tener tiempo de leer un buen libro, de tumbarme al sol, de dormir más, de disfrutar sobretodo de mi gente y de estar plenamente en vacaciones. Así que...es posible que no escriba en dos semanas. O quizás no, porque ordenadores hay por todos lados, al igual que conexiones de wifi. Lo sabré según transcurran las vacaciones.

martes, 14 de julio de 2009

Tenía que ser así

Aunque las revisiones médicas dicen que cada vez veo peor de lejos, cuando le he visto en la T4 y pese a que nos separaban varios metros, no he tenido ninguna duda: ¡¡¡era él!!!. Un año y medio sin vernos, calculo a ojo del que ve cada vez peor y calcula más o menos, y nos hemos encontrado en el aeropuerto de Madrid, cada uno con un destino diferente pero como si no hubiera pasado el tiempo, como si nos hubiésemos saludado y hubiésemos compartido un café poniéndonos al día de nuestras cosas la semana pasada.
Generalmente echo pestes de los aeropuertos, el mismo viernes pasado estuve más tiempo del que me hubiera gustado con un vuelo de Air France retrasado en Charles de Gaulle. Pero, cuando me he sentado en el avión, he recordado que, cuando era una cría, siempre me imaginaba que me reencontraba con alguien a quién no veía hacia tiempo en el aeropuerto, y ese pensamiento me encantaba...y me ha hecho gracia que haya sido precisamente esta tarde, totalmente inesperada, que no prometía en absoluto, la tarde de vivir un reencuentro de aeropuerto, y me ha hecho tanta ilusión verle igual, verle bien y reirnos juntos de nuevo, como siempre, que la ensoñación infantil ha cobrado todo su sentido.
"Tenía que ser así" ha dicho, y creo que tiene razón.
Cuando he llegado a París, la ciudad me ha recibido con fuegos artificiales.

lunes, 6 de julio de 2009

Pánico en el ascensor

Salgo de las clases de francés con un dolor de cabeza de no-te-menees. Normalmente las estoy teniendo por la tardes, cuando la jornada laboral empieza a pesar y las dos horas seguidas se me hacen un poco cuesta arriba. La profesora se ha quedado sorprendida de que hubiese pasado los apuntes de las primeras clases a limpio: me hubiera encantado tener suficientes palabras en mi (mínimo) vocabulario en fracés para explicarle que si espero mucho tiempo, luego no entiendo mi propia letra y es bastante vergonzoso.
De la de hoy he salido cerca de las seis y media con la cabeza llena de croissants, brioches, pan ou chocolat, baguettes y tarte pour six persons aux pommes, fraises, et citron. Hemos estado haciendo frases para poder comprar en la boulangerie e patisserie, que, por lo menos son frases útiles que quizás algún día me anime a usar, y mucho mejores a los clásicos que solemos aprender del tipo "Je suis Japanais" o "My tailor is rich".
Cuando he llegado a casa, me he acordado de la enorme caja de cartón de la televisión, escondida detrás de la puerta de mi cuarto desde que me la puso el técnico hace ya más de dos semanas, sobresaliendo por debajo de las cortinas, entorpeciendo el paso y molestándome cada vez que quería abrir bien la puerta, bien la ventana. El técnico dijo que debía conversarla 15 días, que se cumplieron el sábado pasado, así que me he dicho que esta tarde era un buen momento para bajarla.
La he sacado al descansillo desde el cuarto a empujones. Y la he metido a presión en el ascensor (llamarle a esa caja de zapatos ascensor es de risa, pero bueno, sube y baja, debe tener entre cien y cientoveinte años y cada vez que entro, que es cuando llevo tacones muy altos o cuando voy cargada exclusivamente, aguanto la respiración porque no quiero saber a qué huele). Y detrás de la caja, he entrado yo. Las puertas han cerrado bien. Yo bajaba en camiseta de tirantes, pantalón y con las llaves en la mano. Nada más. Ni bolso, ni chaqueta. Ni móvil. Ni diccionario. Al llegar al bajo, las puertas se han encajado con la caja. No me preguntéis cómo ha sucedido, pero ni-pa-lante-ni-pa-tras. Y ahí es cuando me ha entrado el pánico: "Je suis Cristina, Je suis espagnole y Je suis acojonaita", me he imaginado que podía decirle con mi marcado acento de española torpe, a la voz que me atendiese en francés si me veía obligada a llamar a la campanita amarilla del ascensor. He estado tres o cuatro minutos forcejeando con la puerta y con la caja. Al final, de un empujón, hemos salido del ascensor volando la caja y yo.
Aprendizaje de esta tarde: no salir ni al portal sin el móvil (al menos hubiera podido llamar a una voz amiga para llorar) y decirle a profesora de francés que me enseñe a decir: "Estoy atrapada en el ascensor. Me saquen de aquí YA".


domingo, 5 de julio de 2009

Vivir, de repente, como una single


Había olvidado lo que cuesta cambiar las fundas del nórdico sola. Y doblar las sábanas para plancharlas uno mismo. Y lo aburrido que es cocinar para mí misma y sentarme sola a sentarme en la mesa del salón o en la de cocina y he recuperado esa costumbre de sentarme a comer con una revista o un libro, a falta de un canal de televisión con el que enajernarme mientras me como la ensalada, la crema de verduras o el filete de pollo.
Mi madre, acostumbrada a tener un batallón de gente en casa, siempre dice que cuando come sola con mi padre, o con una de nosotras, tiene la sensación de que al hacer la compra, cocinar o recoger la comida, está "jugando a las casitas"...si es para uno la compra ya se convierte en un chiste.
Aunque, tengo que confesar que en los súper de mi barrio parisino es bastante fácil comprar para uno, hay un montón de cosas en pequeñas cantidades, y verduras en miniatura y botellas de leche y bricks de zumo de medio litro, soluciones perfectas para los problemas de los que siempren se quejan mis amigas de Madrid que viven solas y se ven obligadas a comprar todo en cantidades industriales, como si los supermercados españoles aun no se hubieran enterado que las familias numerosas en una ciudad como Madrid están en decadencia y aumentan por momentos las casas donde vive una sola persona.
También me ha comentado mucha gente lo díficil que es encontrar un piso pequeño en Madrid, para uno, que no sea un zulo. Mi piso de París es perfecto para una persona o dos. Y tengo una mini-nevera y un mini-lavavajillas perfectos para estar sola.
Anoche, precisamente, comentaba con mi amigo Pedro que no he vivido sola en mi vida, siempre he compartido piso con alguien, desde la casa de mis padres, siempre llena, a mi residencia de estudiantes en Holanda, donde compartí piso con un amigo italiano y después con una finlandesa, pero viví rodeada de estudiantes, compañeros y amigos, casi en una gran comuna de jóvenes Erasmus, pasé a compartir piso con mi mejor amiga y después con mi santo en el Nidito. Así que es la primera vez que vivo como una single. Y esta nueva sensación, que no sabía cómo iba a tomarme, me gusta bastante.

Visita de sábado a Laon y Soissons

En la región de Picardía y bajo un sol de justicia (más de 30 grados en una región del norte de Francia) visité Laon y Soissons, ciudades pequeñas y un poco venidas a menos, ya que están poco cuidadas, nada orientadas al turismo y tienen pinta de haber sido grandes centros urbanos en el pasado.
Y esto lo demuestran sus Catedrales (de Notre Daim de Laon, cómo no, aquí todas las catedrales son de Notre Daim de tal lugar) y Abadías (La Abadía de Saint Martin en Laon me hizo sentir mucha paz) que son sencillamente espectaculares. Lo que más me gustó de todo el recorrido fue sin duda: la Abbaye Saint Jean des Vignes en Soisoons, o lo que queda de ella, que es la portada intacta en pie, único de resto de un recinto que debió ser imponente en su momento, pero derruido después de la revolución. Con sus piedras se construyeron algunos de los edificios de alrededor y resulta increíble estar debajo de esas dos torres y de esos tres pórticos que parecen un decorado roto de una obra de teatro antigua y abandonada por falta de éxito.

viernes, 3 de julio de 2009

Voy a ir a Laon, Picardía

Otra semana que pasa volada en París. Ya llevo tres.
El tiempo está corriendo que estoy asustada. En el trabajo ya estoy prácticamente a pleno rendimiento. Y me gusta. Aunque discuto, y me reuno sin parar, y me acelero algún que otro rato. Pero me gusta, lo disfruto.
He empezado las clases de francés. He salido un par de días a cenar, a tomar algo, con mi amigo Pedro. Esta semana hemos estado a 30 grados en París y es un calor pegajoso, humedo, que no te quitas en todo el día de encima. Parece que esta noche está refrescando un poco. Menos mal, porque anoche, con la ventana de mi habitación abierta, de par en par a un patio de vecinos, había tantos ruidos, tantas conversaciones, niños llorando, gente quejándose del calor, parejas discutiendo, teléfonos sonando, que dormí mal y poco. Creo que es la primera vez que vivo en una casa en la que mi habitación da a un patio interior, es una sensación extraña y agradable...es como estar siempre acompañada de desconocidos.
Mañana me voy de excursión a conocer una ciudad que se llama Laon. Está en la región de Picardía, ejejjeje, que región tan divertida debe ser esa. Me apetece un montón salir de la ciudad y regresar un poco al pasado haciendo turismo por un sitio con tan buena pinta.