lunes, 30 de junio de 2008

La Noria de mi vida

Hay una canción de Pereza que se llama La Noria y dice:

“digo yo, que estaré dentro de uno de esos sueños
todo me sale esto no puede ser real
qué subidón es todo cierto estoy despierto
entonces me dejo llevar”

Y así es exactamente como me siento yo hoy.
Después de más de tres años dejándome los cuernos me han ascendido en el trabajo. Me han subido el sueldo un 30%. Asumo responsabilidades nuevas que me gustan, que me retan.
Voy a hacer un master, me lo paga la empresa, es el que yo he elegido, empieza en noviembre.
Me voy a vivir con el hombre que quiero. Hace cinco años que nos conocimos. Hace cuatro días celebramos el 26 de junio, un día muy especial para los dos, con un beso sin fin.
Y España es campeona de Europa.
Junio, como creo que he os comentado alguna vez ya, es mi mes favorito desde el principio de los tiempos. Junio, siempre ha sido mágico. El junio de mis 19 años fue increíble y se lo puso muy difícil a los junios de mi vida, pero este, el de mis 29 está a punto de barrer a todos los demás en el ranking de la felicidad.
Sé que esto es una noria, como bien dicen los Pereza, pero estoy dispuesta a girar, girar, girar y girar siempre.

sábado, 28 de junio de 2008

El macizo del ascensor

En mi oficina no hay ningún tío potable. Nunca hubo tíos buenos en ninguna de mis clases –ni en el colegio, ni en el instituto, ni en la universidad-. Los macizos nunca o casi nunca han estado en mis entornos cercanos. Me he pasado la vida preguntándome si es que los auténticos buenorros no van a clase, ni trabajan, y creo que esa es la explicación: no, no van a clase, ni a la oficina, se dedican a otras cosas. Desconozco cuales.
Hace cosa de un año, quizás año y medio, descubrí un macizo en el edificio de mi oficina. No es de mi empresa, si no de la empresa con la que compartimos las oficinas. Aparca en la misma planta que yo, pero no cerca de mi plaza, no sé dónde aparca, la verdad. A veces viene en moto –lo sé, porque porta el casco y luce una cazadora de cuero que quita la respiración-. Pese a compartir aparcamiento laboral no lo veo casi nunca. Todos los días de mi vida me encuentro en el ascensor a las becarias de la empresa, que son todas pijísimas e ideales –y eso que ellas no aparcan dentro, si no que vienen desde la calle-, pero al macizo con suerte, sólo lo veo una vez cada seis meses. Tengo mis dudas de que hayamos coincidido en el ascensor más de media docena de veces desde que “nos conocimos”.
El tío está francamente de toma-pan-y-moja-y-ya-si-eso-después-repites. Y suele hablarme y mantenerme la mirada sin apenas pestañear –esto, como sabéis, no sucede muy a menudo, al menos a mí no me sucede-. Yo siempre le sonrío e incluso intercambio palabras con él en el cortísimo trayecto que nos lleva de la planta menos dos a la tercera, donde se baja él, y después hasta la quinta, donde aterrizo yo.
No lo veía por lo menos desde febrero.
El jueves me encontré con él a las seis, saliendo de la oficina. Yo iba con más gente en el ascensor, así que nos saludamos y miramos disimuladamente, pero no hablamos. El ascensor vacío su carga en la planta cero y en la menos uno. Sólo nos quedó una planta para preguntarnos qué tal todo y comentar con complicidad que PODEMOS (muy recurrente, si, qué le vamos a hacer). Justo al llegar a la menos dos, me di cuenta que llevaba su identificación de la oficina colgada y me dispuse a leerla, con mucha curiosidad de saber cómo se llamaba ese monumento.
Yo no lo sabía en ese momento, pero fue una muy mala decisión.
Me cortó todo el rollo por siempre jamás.
El macizo del ascensor se llama Lorenzo.
No podía llamarse Juan, Manuel, David o Javier, como tantos españoles. No. Tenía que llamarse Lorenzo.

Qué remedio, la vida es así, no la he inventado yo.

viernes, 27 de junio de 2008

Titulares de viernes


España está en la final de la Eurocopa.
Apenas puedo esperar al domingo, de la emoción que me embarga.
Tengo a Otto –que ya sabéis, es alemán- pinchado ya desde ayer.
Lo que más me gusta de esta increíble España es que no desperdician ni un solo balón, aunque sea lejano, aunque sea inocuo. Lo que más me gusta de esta España es que nos están encandilando porque ellos se divierten y se les nota. Lo que más me gusta de España es que nadie en la calle habla de los árbitros, nadie menta a mala suerte, nadie habla del cansancio, de lo larga que es la liga española, de que Villa, nuestra estrella hasta cuartos, se ha lesionado. Nadie pierde el tiempo en hablar de nada superfluo, porque no hace falta. Porque España está jugando más que bien, se está entregando como nunca y les está saliendo todo.
Que más puedo decir. ¡¡¡PODEMOS!!!.

jueves, 26 de junio de 2008

Ikea me mata y me da la vida


Hemos ido a Ikea alrededor de 15 veces para comprar el cabecero MANDAL y nunca lo tenían. Estábamos locos por ese cabecero, hemos llamado a todos los Ikeas preguntando por él, hemos buscado en la Web si estaba disponible un montón de veces, hasta aprovechamos un viaje a Sevilla para ver si allí lo tenían. Pero nada, desde septiembre del año pasado que andábamos detrás de él, no ha habido manera de conseguirlo. Siempre agotado, nunca lo recibían, nunca sabían nada.
Hace un mes tras comprobar que lo habían quitado de la exposición, resignados, compramos el modelo MALM. Queda bien en la habitación, y tiene cajones escondidos que vienen bien para guardar tesoros. Ya hasta nos habíamos olvidado de nuestro intenso amor por MANDAL.
De todas las búsquedas repetidas de cosas que queríamos, que no han sido pocas, esta, sin duda, ha sido la que más decepciones nos ha costado.
Hoy él ha ido a Ikea sólo, a buscar algunas cosas pendientes, como mi cómoda de princesa Malm, que ya me está haciendo falta. Y he recibido la siguiente llamada.

- Hola. Estoy a punto de llorar. – él, con voz de amargura profunda.
- ¿Qué pasa? – yo, un poco asustada.
- Tienen el cabecero.
- Bueno, ya tenemos el otro…qué le vamos a hacer.
- ¿Y si lo ponemos encima?. Igual queda bien.
- …..
- ….
- Venga. Cómpralo, si no queda bien lo revendemos.


Ahora tenemos dos cabeceros. Ikea me encanta y me provoca un odio profundo a partes iguales.

miércoles, 25 de junio de 2008

Tiene carta de su novio

Hay veces que un simple correo electrónico o sms de alguien a quién quieres te alegra la vida. A mí me ha pasado el otro día con un mail de mi amigo Fran, que es como el hermano pequeño que nunca tuve.
Conocí a Fran en Haarlem –Holanda- durante mi Erasmus y, sencillamente, lo adoro. Vive en Barcelona. A veces, cuando voy de trabajo, le llamo, porque me encanta verle, pero como normalmente siempre voy con prisa, pues no le veo todo lo que a mí me gustaría, y me consta que él también.
Reproduzco, con su permiso, parte de su correo.

Hola Cris, Tengo que decirte una cosa, hoy he descubierto tu blog; me lo comentaste hace tiempo pero hasta hoy por cosas varias (la principal no soy muy de navegar en la red) no he entrado. Simplemente decirte que me encanta, tienes una forma muy especial de contar las cosas, lo vivido, tus pensamientos..... y me ha entrado un sentimiento de envidia sana hacia las personas que te pueden tener cerca y la pena de no habernos conocido mejor en Haarlem. Nosotros hablamos de uvas a peras y nos vemos de dos pascuas en ramos y es sabido que mantener el contacto de seguido aunque parece fácil no lo es tanto cuando hay media España por medio.
Muchos besos y cuídate.

P.D: ¿¿¿¿¿¿¿¿Para cuando la versión cinematográfica de tu blog?????? jajajaja


La ilusión que sentí al leerlo, me hizo recordar cuando de niña, y de adolescente me cantaban aquello de “Tiene carta de su novio”. Me explicaré.
Cuando era niña, y no existía Internet, ni el correo electrónico, ni los móviles, y cuando sólo había un teléfono fijo en casa de tus padres y ojito con usarlo para llamar a tu amigo de Sevilla que conociste en el campamento de verano de La Manga del Mar Menor, Murcia, porque te mataban, existían las cartas.
Conservo en casa de mi madre cajas y cajas y cajas de cartas de mi infancia y adolescencia. Mi padre siempre ha viajado mucho por el trabajo y yo he ido de ciudad en ciudad con él, así que dejaba amigos tras de mi, y la amistad generalmente continuaba en forma de misivas. Me encantaban: el olor, el papel, la tinta, la letra a veces difícil de entender. Y gracias a ellas conservo grandes amistades, como la de mi amiga Blanca, que ahora vive en Londres, o mi amiga Inma, de Murcia.
En verano siempre me iba de campamento y repartían las cartas en el comedor, a la hora del almuerzo. Generalmente un monitor en el centro leía el nombre y el apellido del receptor de la carta y todos los críos a voz en grito cantaban: “Tiene carta de su novio”. Fuese del novio, la amiga, o la abuelita, todos experimentábamos una emoción sin límites cuando nos llegaba alguna carta, las leíamos varias veces, las paseábamos, y casi guardábamos bajo la almohada.
Me da mucha pena haber perdido algunas emociones de este tipo, al no recibir ya apenas cartas, pero siempre podemos volver a sentirlas, por otras vías.

Gracias, Fran.

España gana a Italia por penaltis y pasa a semifinales, ni en mis mejores sueños

Después de haberme perdido prácticamente toda la primera fase por un evento del curro, una boda, y un viaje de trabajo. Sólo vi ratos de los partidos. Pero llegó cuartos, y contra Italia, y este sí que no pensaba perdérmelo.
Siempre he sido futbolera, pero últimamente la liga española me aburre. Eso sí, la selección siempre me encanta seguirla y los mundiales y las Eurocopas son sagrados.

Como casi todos, recuerdo perfectamente aquel partido del Mundial del 94, contra Italia, en el que le rompieron la nariz a Luís Enrique, y recuerdo también como en el instituto hacía planes para ir a ver algún partido del Francia 98, a Francia. Luego no fui, pero hice muchos planes.

El 27 de junio de 2006 –hubiera jurado que fue el año pasado, pero acabo de darme cuenta que no- tuve que ver desde un bar cerca de Notre-Dame en París, sin poder hacer mucho aspaviento, rodeada de franceses y con mi querido Navarrete, como la Francia de Zidane y Ribéry le hacía un ocho a España en el Mundial de Alemania. No tuvo precio.

Y ahí estábamos, años de mundiales y Eurocopas fallidos después, en cuartos de final contra la Italia de Buffon, ese portero altísimo con cara de ser un caballero.
Aunque esa es otra historia, compartí piso durante medio año con un italiano, mi dear roommate Stefano, y nos mensajeamos a lo largo del partido, deseándonos que esa noche ganara el mejor.
Y ganó España, que fue mejor, en los penaltis – estuve toda la segunda parte y las dos de la prórroga rezando en voz alta “A los penaltis no, a los penaltis no, a los penaltis no”, pero ganamos en los penaltis, ni en mis mejores sueños.

Aun no he tenido noticias de mi Stefano después de la victoria española. Sé que de no ganar Italia , apoyará seguro a España. Le dejo un mensaje, por si me lee.

Dear Roommate:
Finally, the best team won, as we wanted. I hope you Hill support Spain from now. I always remind you.
Bacio intenso.


Y mañana, contra Rusia, más y mejor.

martes, 24 de junio de 2008

El Club de los Poetas Muertos

He vuelto a ver un extracto de El Club de los Poetas Muertos. Fue la primera película que me marcó en mi vida, la vi en el cine, y creo que debía tener 11 o 12 años cuando y volver a verla me ha hecho pensar que yo debía ser una niña madura para mi edad. Y que tengo que hacerme con la película y volver a verla. La película me la pusieron en una sesión práctica de coaching de un curso de Habilidades Directivas en el IE que me ha pagado la empresa. Éramos 28 alumnos, sólo 6 mujeres y la edad media rondaba los 35-40 años. Yo era un petit-suisse pequeñito y revoltoso entre tanto ejecutivo maduro.
En mis primeras impresiones me pareció que, las organizaciones no apuestan mucho por ofrecer cursos a sus directivas con @ -aunque no es mi caso, debo añadir-, que los problemas de comunicación y claridad en la emisión del mensaje se dan por igual en todas las empresas, niveles y tipos de trabajo.
Lo que más me preocupa es que estos problemas, que tratamos de paliar desde un punto de vista profesional, se dan también en todas las familias, en todas las parejas, en los grupos de amigos, en cada vecindario y para solucionar eso no acudimos a cursos de Habilidades Familiares, Habilidades Personales Habilidades Amigables.
Hay tantas veces que no nos entendemos incluso hablando el mismo idioma que resulta preocupante, ¿Qué opináis?.

viernes, 20 de junio de 2008

Cena en el Deluz


Un poco porque soy de Santander, otro poco porque me gustan estas cosas, he organizado la cena de grupo del curso. Fue anoche y llevé a los compañeros –mayoría de extranjeros en la cena, éramos ocho y sólo tres españoles- al que actualmente es mi restaurante favorito de Santander, el Deluz.
Hemos cenado genial y nos han atendido, como siempre, más que bien. El dueño ha estado atento y dicharachero y he descubierto que habla inglés como un autentico londinense. Richard Smith estaba anonadado. Richard Smith me ha sorprendido porque es el único inglés que me ha dicho que le deprime no saber más idiomas que el inglés, a pesar de entenderse con la mayor parte del mundo, que se siente un poco disminuido al ver que hay muchas personas que dominan, al menos, su lengua materna y el inglés, que le da pena no haber estudiado ninguna más. Hemos tomado croquetas, jamón, y mero y acertado al recomendarle un vino tinto Cune Imperial Reserva, menos mal, yo no sé apenas nada de vinos, sólo he visto elegirlos en cenas a mi padre, y a mis jefes, eso sí, con mucha atención.

Esta mañana he comprobado una vez más – cada viaje lo hago y nunca aprendo- que si te vas de compras, no te cierra la maleta y he estado a punto de tener que dejar unos zapatos nuevos fuera. Al final he conseguido meterlos a presión entre el portátil y mi cuaderno de notas, y el chubasquero que apenas he usado, hecho un gurruño debajo. Hoy vuelvo a Madrid cargada como una mula.
Y he tenido tiempo de ir a visitar a Sandri y volver a cortarme el pelo. Me ha dejado la nuca al aire. Qué fresquita.

jueves, 19 de junio de 2008

Vuelta al verano del 98

Me he encontrado en la cafetería de La Magdalena, a mi primer jefe, Pedro Aresti. Cuando tenía 19 años y no sabía apenas nada de la vida, tuve la grandísima suerte de poder hacer prácticas en Radio Santander durante los meses de verano. Acababa de terminar el primer curso de la carrera, había suspendido “Teoría de la Comunicación” para septiembre y la radio me parecía un medio mágico. Ese verano lo pasé en informativos y fue, sin duda, uno de los mejores veranos de mi vida: tenía mi primer trabajo en prácticas, me saqué que el carné de conducir, conocí mucha gente, hice amigos que aun conservo y me enamoré locamente. Puede decirse que al verano del 98 no le faltó nada, ni siquiera mundial de fútbol, fue el Francia 98. Ese verano entrevisté a José Hierro que estaba visitando la UIMP, que me pareció un caballero encantador, y conservo una foto envejecida por el tiempo del periódico de aquel momento -que prometo localizar porque era muy auténtica-. Y entrevisté a un alto cargo del ejército que cuando me vio en la pecera del estudio de radio exclamó “Qué barbaridad, cada vez os cogen más jóvenes”.El trabajo me emocionaba y estresaba tanto al mismo tiempo que se me olvidaba comer y había noches que me costaba dormir. Mis padres se llevaban el transistor a la playa para escuchar –escucharme- el Hora 14, lo que en ese momento me causaba una vergüenza horrorosa y ahora me resulta muy tierno. Me he acercado a saludar a Pedro Aresti que al principio no me ha reconocido. Cuando nos hemos dado cuenta que hace ya diez años que yo estuve en la radio y que él era mi jefe, los dos nos hemos quedado noqueados. Creo que muchas de las cosas que soy ahora empezaron a fraguarse aquel verano de mis 19 años entre los sonidos de Radio Santander y los momentos de los colores vividos intensamente en mi ciudad, en Santander.



miércoles, 18 de junio de 2008

Bodas emocionantes y diferentes

La boda en la que estuve el sábado pasado me pareció preciosa. No sólo por la emoción de los novios, y porque el sitio me gustó, si no por lo felices que estaban sus amigos y familiares. En concreto, por la felicidad sana que emanaban los amigos de toda la vida del novio, entre los que se encontraba Loren.
Organizaron varias sorpresas a los novios y estaban emocionadísimos, encantados de verdad por la felicidad de su amigo, recordando anécdotas y alegrándose de cada momento sinceramente.
No he ido a tantas bodas en mi vida y tengo la suerte de haber evitado hasta ahora acudir por compromiso. Y enlaces como estos, de amigos, hechos por y para los amigos, y disfrutándolos con amigos, no tienen nada que ver con esos bodorrios estirados que tienen mucha gracia al contarlos y que suelen ser más habituales en las conversaciones, con novios/novias horteras, madrinas pijas, menús horribles, actuaciones de payasos, decoraciones fuera de tono, y sorpresas desagradables...un salón oscuro, un cura borde, ese paquito el chocolatero...
No puedo contaros una de esas, de momento, porque si sigo así, voy a bodas emocionantes, distendidas y diferentes.

martes, 17 de junio de 2008

Martes de sol en Santander

He podido ir a la playa a mediodía una horita y ha sido muy relajante. La mañana la he pasado en el curso, que está resultando muy divertido, más de lo que esperaba, y de además de hacer labores de guía turística y recomendaciones gastronómicas a mis compañeros guiris, nos hemos enfrascado en conversaciones interesantísimas sobre la comunicación efectiva, las mejores formas de abordar un artículo y cómo conseguir titulares en medios, entre otras muchas cosas. Y después he caminado hasta el hotel, he descargado mis bártulos y me he bajado a la playa.

Y me he zampado un mixto con un huevo y un café con leche en la terraza del Rhin, que ya no es el Rhin, pero para mí lo sigue siendo, aunque ahora sea Silken,antes del volver al curso. Por la tarde, si tengo tiempo, quiero ir de tiendas al centro.

Pereza en Las Ventas

El viernes pasado fui a ver tocar a Pereza a Las Ventas. Ya les vi en noviembre en la Casa de Campo cuando acababan de sacar el disco, pero Las Ventas es Las Ventas. Tengo la entrada desde febrero, fue un regalo de cumpleaños sorprendente y diferente. En Las Ventas he estado en algunos de los conciertos más impresionantes que he visto en mi vida: el año pasado vi a Maná con un montaje increíble que incluía fuego y lluvia, a Sabina en una noche de luna llena inolvidable, y hace más tiempo escuché tocar a El Canto del Loco, Hombres G, y un concierto de varios grupos al que pusieron el nombre de “La Edad de Oro del Pop Español” que reunió a muchos grupos de mi adolescencia en un mismo evento que duró un montón de horas y que es uno de los conciertos más increíbles a los que he podido asistir.
La tarde estaba rara, medio lluviosa, pero al final la noche se aguantó y el concierto estuvo muy bien.
Antes de entrar al concierto quedamos con mi amiga Lou, a quién adoro, que vive en Alemania, pero estaba de visita en Madrid y me reí mucho con ella, como siempre, porque Lou es la tía más divertida de la tierra, Lou es completamente diferente, Lou es Lou.

lunes, 16 de junio de 2008

Lunes en Santander

Esta semana escribiré cuando pueda, espero que sea a diario, pero colgaré todos los post a partir del viernes, porque esta semana estoy fuera, haciendo un curso en la UIMP, en Santander y no creo que pueda tener tiempo de ir en busca de un ordenador sin seguridad extrema, que es el que me ha acompañado en mi viaje. El curso se llama "Getting the best from medical journals: reading, writing, peer reviewing, editing, and campaigning", impartido por Richard Smith. He llegado hoy en avión a eso de las 10h. de la mañana. Cuando llegué llovía, pero a la media hora ha salido el sol y dos horas después el viento impedía andar por la calle… a media tarde, estaba diluviando. Así es Santander y así me gusta.

Ha sido un buen día. A veces, me resulta delicioso viajar sola, con una maleta pequeña, con muchos libros y poca ropa. He empezado a leer en el avión “Por qué los españoles comunicamos tan mal” de Manuel Campo Vidal, y casi lo he terminado ya, es muy ameno y está plagado de ejemplos prácticos sobre el tema, que me interesa mucho.

Aunque estoy cansada, después del concierto del viernes, la boda del sábado, y el viaje de esta mañana, he estado paseando por el Sardinero, siempre tan maravilloso, y me ha cogido la tormenta a medio camino de vuelta al Hotel Hoyuela. Una lluvia gorda y estrepitosa, que me ha hecho sonreír como una imbécil mientras me caía en la cara.

Estas semanas, fuera del espacio habitual y del tiempo establecido, me dan aire para seguir con la rutina. Van a ser cinco días disfrutando de la soledad, de la lectura, del curso, de los paisajes hermosos, de un cielo y un mar vivos y dinámicos, conociendo gente nueva, escapando algún rato a tomar algo con antiguos amigos. Estas son las cosas que me dan la vida.

sábado, 14 de junio de 2008

Hoy Lorenzo cumple 30 años

Cuando le conocí había oído hablar tanto y tan bien de él que me decepcionó. Me pareció un tío simpático, pero no me volvió loca. Él estaba nervioso aquel día de marzo que entró en la redacción porque acababa de tener un accidente de coche. Yo volvía de unas mini-vacaciones de cuatro días en Cádiz relajada y morena. Me preguntó que me había pasado en la muñeca izquierda que llevaba vendada y que cubría la herida que me ha dejado una cicatriz con la forma de Sudamérica en la mano, de por vida. Primero estuvo blanca, pero con los años se ha vuelto oscura.
Trabajábamos juntos. Él era técnico de sonido y yo becaria. Fuimos conociéndonos poco a poco. Me gustaba hablar con él, me divertía horrores, me hacía reír.
En junio de 2003 cumplió 25 años, recuerdo perfectamente que era sábado y que no supe si regalarle algo o no, porque teníamos tras aquel corto periodo de tiempo, muchísima confianza, una confianza inusual, como si nos hubiésemos conocido ya antes, como si la confianza hubiera venido de fábrica. También me acuerdo de que me parecía un tío mayor, maduro, centrado, que trabajaba y que tenía las cosas claras.
Desde entonces, han pasado 5 años, y muchas cosas entre nosotros, y otras muchas ajenas a nosotros dos. Unas buenas, otras malas, unas importantes, otras insignificantes, pero todas, nos han colocado en el lugar y en el momento exacto en el que estamos ahora.
Hoy Lorenzo cumple 30 años. Y yo soy feliz de poder celebrar este día a su lado. No porque le quiera, que también. Pero hay un millón de razones más.
Porque me hace sonreír todos los días, porque me gusta hacerle la vida sencilla y agradable y él siempre me lo pone fácil, porque desde que nos conocimos no ha habido un sólo día en el que no me haya dicho lo guapa que estoy –lo esté o no- porque conseguimos convertir en una fiesta cada pequeña cosa juntos: desde el primer café de la mañana, hasta una excursión de jornada completa a Ikea. Desde ir al cine, hasta cuidar a su sobrino juntos. Desde hacer la cena, hasta improvisar un viaje de fin de semana a cualquier destino. Porque me apoya siempre, aunque no esté de acuerdo de mi. Porque siempre, desde el principio, creyó en mi. Y con la misma intensidad que cree en mí, y que cree en sí mismo, cree en lo nuestro. Porque me ha pedido que vivamos juntos y yo le he dicho que si.
Hoy es su 30 cumpleaños y no he comido con él. Y le ha molestado un poco. Pero Loren no se enfada por tonterías, así que ya está solucionado. Recuperaremos el tiempo perdido esta tarde, como siempre me dice “Tenemos toda la vida por delante para estar juntos, princesa”.
Suele echarme en cara, entre risas, que nunca escribo sobre él en la Croqueta. Aunque no es verdad, porque mi Croqueta, como mi vida, está completamente impregnada de pequeñas partículas suyas, es cierto que nunca le había dedicado un post y hoy se lo merece especialmente, porque hoy cumple 30 años.

jueves, 12 de junio de 2008

El lunes después del finde de reposo en plena huelga de transportistas

El lunes, después de hacer reposo, posición fetal, tomarme todas las drogas y tratar de relajarme, me seguía doliendo el “lomito”, así que, aconsejada por mi entorno, decidí ir al fisio.
De camino, entré en Ahorra Más a comprar leche. No pude comprar leche porque no había ni una gota de semi-desnatada, sólo quedaba entera y de una marca y pude asistir a como los españoles desvalijamos un supermercado en cuanto que nos lo proponemos un poco. Mi compañera de piso me llamó alucinada, porque había encontrado una situación similar en Alcampo, y además, me informó de que Mercadona –nuestro súper preferido- había dejado de dar servicio on-line ese mismo día.
El caso es que fui a la consulta de fisioterapia, me atendió una chica jovencísima y encantadora que al ratito de estar dándome el masaje me comentó, un poco cohibida “Tu no eres de Madrid, ¿no?, se te nota. Yo también soy del norte”. Es posible que sea cierto que se me siguen notando las raíces a pesar de que llevo más de 15 años viviendo en Madrid. Me hizo gracia, y Yolanda, que así se llamaba la jovencísima fisioterapeuta, me trató fenomenal, me cayó estupendamente y, tres días después, el dolor ha desaparecido por completo. He quedado en volver a verla en 15 días otra vez.
Una vez salí de la clínica, cogí el coche, y me di cuenta que no tenía gasolina y fui de gasolinera en gasolinera buscando hasta que en la tercera estación de servicio conseguí echar combustible. Eran las diez de la noche y las colas para llenar los depósitos eran larguísimas. No me podía creer la psicosis que se estaba apoderando de la ciudad. A lo largo de la semana he visto un transportista muerto atropellado en un piquete, otro quemado tras ser incendiado su camión los piquetes, a los ganaderos gallegos tirando por el suelo la leche que no pueden almacenar y a España ganar 4-1 a Rusia en la Eurocopa.
¿Nos hemos vuelto definitivamente locos?.

miércoles, 11 de junio de 2008

Desencuentro - otro relato

Ha salido del trabajo más apresurado de lo normal, quiere llegar puntual y no hacerla esperar. Hace casi 1 año que no se ven, aunque suelen mantener contacto telefónico y por e-mail de manera regular. Ha atravesado el parque a paso ligero. La última vez quedaron en el mismo bar, pero tenía otro nombre.
Ella ha cogido la moto del garaje aun sabiendo que va bien de tiempo. Tiene ganas de verle en persona después de tantos meses. Sin casi darse cuenta ha calculado mentalmente que ya debe hacer unos nueve años que se conocen. La primera vez que se vieron fue en un cóctel en el Museo del Prado. Ella no tenía más de 20 años y se aburría soberanamente entre tanto publicista maduro y acabo hablando con él, joven promesa de la publicidad que atesoraba algunos premios ya, a pesar de ser más o menos de su edad, pero que tenía un desparpajo y una gracia que le hacían parecer mayor. Salieron de allí bajo la lluvia y tomaron café en un sitio pequeño y oscuro.
Desde la primera vez que hablaron, ella supo que él iba a ser alguien en el mundo de la publicidad en un futuro no muy lejano. Eso, y que acabarían por enrollarse.
Se despidieron.
Él volvió a la agencia y ella a la facultad. Pero esa misma noche acabaron besándose y casi desnudándose en el coche de él.
Nueve años y varias relaciones de ambos después ya no recordaban las veces que habían visto el cuerpo desnudo del otro, ni las que sólo lo habían imaginado.
Cuando él no salía con nadie ella si. Cuando ella tenía un fracaso sentimental él acaba de conocer a alguien. Sus tiempos nuca coincidieron y siempre fueron amigos y ocasionalmente amantes. Al principio ella se enganchó muchísimo pero se le pasó. Y cuando más insistió él menos quiso ella. Y cuando más le deseo ella, más se alejó él. Quizás el desencuentro era parte del encanto.
Él estaba esperando nervioso en la puerta del bar cuando ella aparcó la moto en la acera. Lo primero que pensó fue lo mayor que estaba y sonrío para sí, porque a veces la mente le hacía recordar a las personas en un momento determinado. Y ella, a Eduardo lo recordaba con ventipocos, seguro de sí mismo, moreno y recién duchado, tal y como lo vio la única vez que pasaron la noche juntos, un millón de años atrás.
Se miraron.
Él pensó que ella seguía estando bien, pero sin duda se lo notaban los 29 cumplidos. Sobretodo en la ojeras. Sobre todo en las caderas. Trató de recordar la última vez que la había visto vestida informal, sin traje de chaqueta, sin tacones, sin cara de salir de la oficina, pero no pudo.
Ella fue al grano, si algo le gusta de Eduardo, es que con él puede hablar de todo: “Quería decirte que me caso, el año que viene, en primavera o en verano, quiero que vengas a la boda”.
Él no pudo contener la carcajada. “Joder, Clara, yo quería contarte que me caso en octubre y preguntarte si querías venir”.
Unieron a los dos humeantes cafés que ya tenían sobre la mesa, dos copazos de ron con coca cola y brindaron por el matrimonio, en una catedral el de él, en un palacio el de ella.
Los dos volvieron a casa sorprendidos y contentos y raros. Sobre todo raros. Él siempre que creyó que con los años y la estabilidad ella dejaría de gustarle. Al llegar a casa y besar a su futura, recordó que incluso una vez le preguntó a Clara –no muy convencido, eso era cierto- si ella había pensado alguna vez cómo sería ir los dos cogidos de la mano por el parque.
Ella siempre pensó que a fuerza de desencontrarse acabaría por no tener más ganas de verle. Cuando llegó a casa y llamó por teléfono a su futuro estuvo desconcentrada, pensando en aquella vez que le dijo a Eduardo que quizás ellos podrían tener una relación estable porque se conocían muy bien. Y también recordó otra ocasión en que, enrabietada por algo que le había hecho él, le dijo que ellos no podrían tener una relación estable nunca porque “ya nos conocemos, Eduardo, ya nos conocemos”.

sábado, 7 de junio de 2008

Tanta vida social va a matarme

Los jueves siempre ha sido el día de salir a cenar con mis amigas más íntimas. Lloviese, tronase, o hubiese una tempestad, siempre salíamos a cenar los jueves. Nosotras solas, para ponernos al día, para desconectar, para desahogarnos. El viernes solía estar siempre semiresacosa y cansada, pero con ese regustillo que sientes cuando sabes que a las 14.00h saldrás pitando y podrás echarte una siesta de órdago, porque es viernes y no trabajas por la tarde, y que además, tienes todo el fin de semana por delante para vegetar y recuperarte.
Últimamente andamos revueltas, salimos casi todos los días entre semana, si no es a cenar, a tomar cervezas, o quedamos en alguna casa, o para dar una vuelta. Y eso que en mayo no ha hecho bueno y que casi no hemos podido pisar las terrazas. ¡No quiero pensar cómo va a ser el mes de junio!.
A mí tanta vida social va a matarme –sobre todo de sueño- porque me levanto con mal cuerpo todos los días. Cuando entro por la puerta de la quinta planta, al filo de las nueve y media el nene me mira y me dice “La niña ha vuelto a salir en martes – o en lunes, o en miércoles-, mira que luego no me rindes”. El nene me regaña porque llego todos los días con ojeras y mala cara y porque hasta que no me tomo el segundo e incluso el tercer café no soy un ser pensante. Las neuronas se despiertan más o menos a las dos horas de estar mi cuerpo en pie. El nene se enfada porque llego tarde al trabajo muchos días, incluidos esos que tenemos alguna reunión y me espeta “qué huevos te cantan, nena” porque sabe que si sigo dormida en la reunión, le dejo con el culo al aire.
Pero el nene luego se porta, me lleva a tomar café, me trae agua e ibuprofeno cuando ve que el día no es malo, si no malísimo, y me cubre cuando siente que las neuronas me fallan y estoy a punto de cagarla. Estoy deseando irme de vacaciones. No sólo para descansar, que también, si no para dejar de salir todos los días a horas intempestivas y levantarme al día siguiente hecha un asco.

viernes, 6 de junio de 2008

Tengo lumbago

Sigo sin ordenador y sin ordenarme así que estoy teniendo muchos problemas para actualizar la croqueta. Mi adorable coacher me tiene frita, porque dice que la "estoy matando". Sé que tiene razón, pero para hacerle rabiar yo le digo "Calla, ¿qué quieres qué haga?".
Todavía no he cobrado la paga extra así que no he podido comprarme el ordenador, pero ya queda menos, será en julio. O eso espero.
Además, he tenido una semana horrible en la oficina, estresante, mareante y encabronante, y me ha dado lumbago. No es la primera vez que me pasa. Me duele, pero esta vez al menos no estoy paralizada, sólo veo mi movilidad algo reducida.
El médico me ha dicho que me relaje y que haga reposo -en posición fetal- este fin de semana. Que me ponga calor local y que me tome un montón de drogas. Parezco una abuela de 100 años sentada con la manta eléctrica en su sofá orejero y sacando el pastillero cada 8 horas. No tengo paciencia para hacer reposo y no me gusta relajarme, me pone nerviosa. Ya sé que es una gran contradicción.
En 72 horas me debería sentir mejor. Si soy capaz de hacer todo lo anterior, que no lo sé.

jueves, 5 de junio de 2008

Nunca estuviste tan adorable

Estuve con mis amigas en el teatro viendo “Nunca estuviste tan adorable”. No conocía el Teatro Valle Inclán, situado en la Plaza de Lavapiés, amplio, con olor a nuevo, muy cómodo. Y la obra me gustó bastante.
Me gustó muchísimo Anabel Alonso haciendo de Blanca, personaje central y centro del universo de la obra, que está fenomenal. Me gustó Lurdes Barba haciendo de su vecina/amiga Marta. Y sobre todo me encantó esa sensación de estar sentada en el salón de una casa de otro tiempo, frente a una familia de cualquier época.
Queríamos haber ido a ver el musical Ana Frank, pero nos daba miedo que fuese extremadamente triste, queríamos algo menos duro. Entramos pensando que “Nunca estuviste tan adorable” iba a ser más cómica. No es que no tenga momentos de comedia, pero a mí, el fondo, se me antojó tristísimo. Salí pensando mucho en la familia, en la infancia, en lo que te marca un entorno, en el paso del tiempo...bueno, no os la voy a destripar. Mejor, vais a verla.