sábado, 31 de mayo de 2008

Indi arrasa

De entrada os digo que yo no soy objetiva porque me encanta Indiana Jones. Eran mis películas favoritas cuando era cría y fui tres veces al cine a ver la tercera cuando tenía alrededor de 12 años. Me siguen gustando las pelis de aventuras y las de Indi son el colmo de la aventura. Así que estaba deseando ir a ver Indiana Jones y la calavera de cristal, a pesar de que me habían dicho que no era tan buena, que Indi ya no es el de antes –pasados 20 años tampoco vamos a esperar milagros- y que las críticas tampoco me habían dado mucha esperanza.
A pesar de todo, fui a verla el fin de semana del estreno. Con mis padres, mis tíos y mi hermana la pequeña, que como tiene 12 años no entiende el fenómeno que significa. Ahora sé que fuimos parte del 1.152.905 espectadores que acudieron a ver qué ha hecho el paso de los años con Henry Walton Jones Junior, del más de 1.600.000 que fueron al cine el fin de semana pasado. Vamos, que Indi arrasó. Y a mí me gustó bastante. No me pareció ni más fantástica ni menos que las otras, ni me pareció que Harrison Ford no esté bien en el papel.
Además del montón de españoles de todas las edades que decidieron gastarse más de 6 euros para ver esta nueva aventura en pantalla gigante- “desde que se instauró el reino de la piratería ningún filme supera el millón de espectadores en los tres primeros días de su estreno”, explica Antonio Bejarano en el Metropoli, que ya indica mucha cosas, mi hermana pequeña ha vuelto a ir a verla ayer, a pesar de no haber visto las anteriores y de no conocer a Henry desde hace dos décadas. Tan mala no debe ser.

jueves, 29 de mayo de 2008

Partygirl


Miércoles 8.30h de la mañana:
“Hola partygirl, ¿te acuerdas que esta noche has quedado con mis amigas?. Se comenta que esta noche vas a ir a bailar salsa a un bar de mulatos”.

El mensaje me lo envío mi hermana la mediana al móvil. Iba en el coche camino de la oficina. Traté de hacer memoria.
El viernes anterior fui a una fiesta de cumpleaños de una de las amigas de mi hermana que cumplía 24 años. Tenía muchas ganas de ver a varias chicas del grupo, que me encantan, me hacen reír muchísimo porque son súper divertidas y frescas.
Entre la fiesta y el bar de copas al que fuimos después de que viniera la policía a hacernos callar estuvimos un rato en la calle, debajo de un árbol bebiéndonos la copa que llevábamos puesta y creo recordar que me pareció una grandísima idea ir a bailar salsa con mulatos en miércoles. Creo que incluso pensé en que podría llevar a mis amigas a disfrutar de esta experiencia. Creo que bebí cerveza a morro de una litrona –no me gusta la cerveza, la única vez que me hinché a cerveza fue por pura competición en una de tantas Erasmus Experience, que, en honor a Monty os contaré algún día- y lo que tengo claro es que me lo pasé en grande.
Pero lo que el viernes anterior me pareció un plan tentador, el miércoles, camino de la oficina, después de tres agotadores días de trabajo, con un viaje a Barcelona incluido el lunes, estrés y agobios, de repente me pareció tan cansado como ascender el Tourmalet. No pude más que responder: "Negativo. Trabajo. Estrés. Madrugar. Agotamiento. Cómo se estropean los cuerpos. Pena mora."

viernes, 23 de mayo de 2008

Sorpresas en comisaría

He ido a renovarme –por fin- el DNI con cita previa. La cita previa me la dieron con amabilidad vía teléfono hace un mes. Primera sorpresa: por teléfono. Segunda: con amabilidad. Tercera: me mandaron un sms al móvil para recordarme la cita.
Esta mañana diluviaba, así que cuando tenía que salir de la oficina a las 12.20h. y recorrer el camino hasta la comisaría no las tenía todas conmigo. Consciente de la posible caladura y de que llevaba zapatos nuevos – de verano – he bajado al coche a cambiármelos por las zapatillas cochambrosas que siempre llevo en el maletero para las emergencias. Me he arremangado el pantalón y he cogido el chubasquero. 20 minutos a paso rápido hasta la comisaría de Ciudad Lineal. Cuando he llegado, paraba la tormenta. Eran las 12.35h.
He entrado: gestiones a la derecha, cita previa a la izquierda. Tenía hora a las 12.40h. Tres personas delante.
Me han atendido a las 12.43h. Han terminado de hacerme la gestión con confirmación de datos y huellas incluidas a las 12.48h. A las 12.55h tenía el nuevo DNI en la mano. Y eso que era por robo. Y de regalo me he llevado el electrónico y el pin para hacer gestiones por Internet sin haberlo pedido yo.
Han sido completamente eficientes, amables y simpáticos. A las 13.15h estaba de vuelta en la oficina. No ha llovido en el camino de vuelta y para mí casi lucía el sol. Sorpresas te da a vida hasta en la comisaría.

jueves, 22 de mayo de 2008

Mi mundo al revés


Hoy os dejo un relato diferente. Espero que os guste. Y lo acompaño de una foto que me ha encantado.

Una vez conocí a un dios del sexo.
Es más, una vez, salí con un dios del sexo.
Yo entonces era joven e inexperta y no sabía que los dioses del sexo son, como su apelativo indica, para tener sexo celestial y nada más.
Así que en lugar de disfrutarlo, quise quedármelo. Quería tener ese dios del sexo para siempre, casarme con él, tener cachorros y vivir felices comiendo perdices hasta nuestra muerte, fin.
El dios del sexo me satisfacía solo en parte, así que decidí tener un amante para ir al cine, salir a cenar, visitar exposiciones y ver en concierto a mis grupos favoritos. Y me encontré con un novio que ejercía de amante y con un amante que ejercía de novio, inmersa en mi mundo al revés.
Era una situación perfecta hasta el día que mi amante se enamoró de mí y quiso algo más, y tuve que dejarle. Así volví a mi rutina de siempre con mi dios del sexo. Teníamos sexo celestial y para el resto de cosas tenía a mis amigas: salir, entrar, cenar, culturizarme y charlar.
Mi amante se convirtió en mi amigo y le contaba mis cosas del trabajo, de mis amigas, de la familia, y de mi relación con el dios.
El tiempo y algunos desplantes en mi diferente relación me hizo darme cuenta que estaba a punto de crear un hogar con un dios del sexo y que los dioses del sexo no son muy de hogares. A punto de estropearlo todo, entendí que los dioses del sexo y sus habilidades celestiales deben compartirse con otras mujeres, como el teléfono de tu peluquera. Y le deje ir. Y me deje respirar.
Y no sé cómo ni cuándo me enamoré de mi ex-amante, mi buen amigo y terminé por levantarme a su lado todos los días con cara de felicidad, punto y final.

miércoles, 21 de mayo de 2008

La decepción y los conflictos

Las reflexiones de Curro me hacen reflexionar siempre, valga la redundancia. Dice: “A veces me pregunto si cada cual se conoce a sí mismo. O sea, si yo me conozco a mí, tú te conoces a ti, él se conoce. Si nosotros nos conocemos a nosotros mismos”. Es una pregunta que también me persigue y en general me respondo que no, que nos pasamos la vida entera tratando de conocernos a nosotros mismos, siguiendo pinceladas de nuestra forma de ser, auto-analizándonos, y siempre nos sorprendemos. Al menos yo me sorprendo conmigo misma cada dos por tres.Tengo un truco, me fijo en esas pequeñas que me sorprenden y las analizo particularmente tratando de que me den pistas. A veces me funciona y a veces no.Recientemente me he dado cuenta de dos cosas importantísimas observando pequeños detalles.
Sé lo más me molesta en la vida, lo que más me subleva, lo que hace que se me doblen los cimientos de mi personalidad y me obliga a pedir respiración asistida:
la decepción.
Hay personas que no pueden soportar la soledad o la tristeza o la presión o las ataduras. Yo no tolero la decepción, porque me rompe.

Pongo tantas esperanzas en las cosas que hago, me entrego, me apasiono, lo doy todo que si resultan una decepción me hacen polvo. Me sucede lo mismo con mis relaciones profesionales y personales: pongo toda la carne en el asador y cuando alguien me decepciona soy casi irrecuperable.
Con el tiempo y las decepciones estoy aprendiendo a reponerme un poco menos lenta y dolorosamente, pero me sigue costando.
Y sé que tanto en mi vida laboral como en la personal lo que más me cuesta en enfrentarme a conflictos. No me gusta discutir, no me gustan las sensaciones que generan en mi organismo las peleas, me hace sentir angustia, mareos, ganas de vomitar. En la oficina, me he vuelto una especialista en esquivar problemas y ataques verbales, pero en el proceso de evitar conflictos, a veces tengo que renunciar a proyectos que me gustan, o a hacer las cosas tan bien como me gustaría y no me sienta bien hacerlo. Y quiero superarlo.
Como últimamente estoy retadora, he decidido retarme a mí misma, primero con una pequeña: mañana voy a pedirle a mi jefa que me deje trabajar en equipo con una persona con quien de antemano sé que voy a tener conflictos, porque quiero tratar de enfrentarlo. Si puedo con esto, lo intentaré con algo más heavy.

sábado, 17 de mayo de 2008

Casual Day

He ido al cine a ver Casual Day. No está mal. Yo he salido del cine algo angustiada porque hay verdades como templos que ponen los pelos de punta y a mi no me gusta ver reflejadas cosas oscuras que pueden pasarme en cualquier momento, pero me ha entretenido. Me han gustado mucho Malena Alterio –tan bueno y tan real su personaje de Bea- y Alberto San Juan. También está bien Tosar. Me ha decepcionado algo Arturo Valls –claro que no tiene la culpa él, siempre espero que se arranque con una gracia y esta no iba de gracias-.
Ver a los compañeros de oficina fuera del entorno habitual es casi siempre traumático. No es lo mismo que en el colegio –mención a parte quizás merezcan los colegios con uniforme, que nos velan un poco-, o en el instituto, ni por supuesto en la universidad, porque a pesar del marco del aula, todos más o menos tendemos a dejar clara nuestra esencia y la ropa, el pelo, la forma de movernos y de hablar es la nuestra. Por eso, la primera vez que sales de clase, al cine, de cañas, o a casa de un compañero de clase, las diferencias apenas son perceptibles.
En una oficina es completamente diferente. No hace falta que organicen el Casual Day, basta con que te animes a tomar un café después del trabajo con alguien para quedarte noqueado por el cambio: nuevas formas de gesticular, un estilo de vestir diferente, otro peinado...
Al menos mi experiencia me ha enseñado, que cuanto más grande y más multinacional es la empresa, más tiendes a diluirte en el estilo de la misma, que es un poco el de todas las compañías grandes europeas o americanas.
Quizás los becarios guarden un poco de su personalidad real, los que llevan poco tiempo, antes de que nadie
les haya dicho “es que aquí hay que venir de traje”, “al jefe no le gustan los piercings” ó “están prohibidos los vaqueros y los pantalones de pana”. Pero el resto, perdemos sin apenas darnos cuenta, nuestras peculiaridades. Yo misma lo hago, y lo sé. Una de las cosas que más echo de menos de trabajar como periodista es vestirme como me de la gana, pero es uno de los peajes que pago por haberme pasado al “lado oscuro” y lo pago con gusto ya que calzarme el traje y los taconazos de lunes a jueves me permite comprarme todos los vaqueros, camisetas, zapatillas de deporte y chanclas que se me antojen y ponérmelos en mi otra vida, la que no paso en la oficina.

*Nota: Alberto San Juan nació en el 68, tiene 40 años, según dice la wikipedia, ¡¡¡se conserva pero que muy bien!!!.



jueves, 15 de mayo de 2008

Me quedo en Madrid

San Isidro es para los madrileños y los residentes en Madrid un puente goloso. Por lo menos a mí, lo que más me gusta es estar de puente cuando en el mundo sigue la actividad normal. Me gusta viajar en este tipo de fechas, disfrutar de la rutina laboral de otras ciudades que no están de puente. Pero este puente no he podido irme, porque me he gastado ya más dinero del que tengo. Así que me he quedado en este Madrid nublado medio lluvioso en mayo -no muy usual-, para descansar, leer, dormir y escribir. Casi todos mis amigos se han marchado, al igual que mis hermanas y mis padres, así que tengo todo el tiempo del mundo para mí, para ordenar un poco mi vida, que la tengo como la casa, manga por hombro, y volver con fuerzas renovadas a la oficina el lunes que viene.
Me he constipado un poco, creo que quitado el edredón y he prescindido de los calcetines demasiado pronto este año, con un tiempo tan enloquecido.
Me quedo en Madrid. Seguro que lo disfruto.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Otros trenes, otros viajes

Hoy he entrado a la página de Renfe a mirar los horarios del AVE a Barcelona. Tengo que ir en dos semanas. Sin querer, me he encontrado con un reto: escribir un relato de 99 palabras sobre un viaje. Yo me enrollo como las persianas, me cuesta escribir cosas cortas. En media hora lo he mandado porque el plazo termina mañana. Mi querido coacher me ha regañado un poco por enviarlo tan apresurada, pero yo soy más de improvisar y he decidido probar. Lo he llamado Otros trenes, otros viajes.
Os lo dejo, ¿os gusta?

Apretó el paso. Un poco porque ya eran las siete menos diez. Un poco porque estaba lloviendo. Las calles tenían el movimiento típico de un lunes al amanecer. Llegando al anden se subió la cremallera del chubasquero amarillo, ese que le hacía recordar otros viajes. Las 7.03, el cercanías hizo su parada puntual frente a ella y subió de un salto. Sentada cerca de la ventanilla sacó el libro, tras leer el primer párrafo la lluvia golpeando contra el cristal le hizo desconcentrarse. El paisaje le hizo regresar por un momento a otros trenes, sentirse puntualmente de vacaciones.

domingo, 11 de mayo de 2008

Vacaciones en familia

He pasado unos días de vacaciones absolutamente GENIALES. Cortos, como siempre, pero divertidísimos. Aunque mi familia, puede resultar intensa, casi agotadora y las ojeras me llegan a los pies.
Me he reído tanto que tengo agujetas en el abdomen. He comido y bebido demasiado y sólo de pensar que mañana tengo que volver a la oficina me muero de la pereza. Lo bueno es que el jueves en Madrid es San Isidro. Lo mejor es que tengo puente y que esta semana laboral solo durará tres días. Mayo, como me enseñaron en la infancia, está siendo un mes florido y hermoso, después de un abril torcido y lluvioso y marzo, tan lejano que apenas recuerdo si fue ventoso.

jueves, 8 de mayo de 2008

Tuneo de pies

No soy yo muy de tunearme.
Pero tenía una boda, me iba a poner sandalias sin medias – más tarde descubriera que era yo la única osada joven que me atrevía a ir sin medias a una boda el primer fin de semana de mayo- y quería impresionar a mi acompañante, así que me dije: voy a hacerme la pedicura.
Lo decidí el lunes y llamé a un par de peluquerías con servicio de estética que conocía. Imposible, no podían darme hora en toda la semana.
Extrañada, contacté con mi madre que me pasó los números de dos sitios más. Nada, estaban completos hasta el jueves.
Pensé que todo Madrid se me había adelantado y que madrileñas y madrileños, ante la inminente llegada del buen tiempo, y de las bodas, bautizos y comuniones del mes de mayo, se habían echado a los brazos de las esteticienes para ponerse guapos.
Estaba a punto de desistir, pero hablé con una amiga, que vive cerca de mi casa, por si tenía alguna alternativa. Y la tuvo. Me dio el teléfono de The Nail Concept. Me sonaba, de haberlo leído en alguna revista – y seguro que no fue en Actualidad Económica-.
Llamé y me atendieron muy amablemente, además de la pedicura me aconsejaron hacerme la manicura básica y me citaron para el martes a las 17.30h de la tarde – pero sea puntual, para que nos de tiempo-. Tenía que escaparme antes de la oficina para poder llegar a mi cita en la calle Velázquez, pero no me importaba, ya estaba dispuesta a cualquier cosa.
El martes llegó y al salir de la oficina, me calcé las zapatillas de deporte que llevo en el coche, primero, para poder correr desde el aparcamiento hasta el local, y segundo, para que no me hicieran rozaduras los zapatos después de la sesión. Me las puse con el pantalón de traje, y no fue hasta que no estaba caminando a paso ligero por General Oraa –y al cruzarme con dos adolescentes rubias de faldas tableadas de colegio y cuerpos perfectos de 17 años- que me di cuenta de la pinta tan terrible que llevaba, pero ya no tenía remedio, así que apreté el paso y no me miré en más reflejos.
El local era un bajo y tuve que hablar con el portero de la finca antes de entrar a mi cita. Velásquez, portero de finca. En mi cerebro sumé los euros de golpe: esto iba a salirme por un pico.
Bajé las escaleras de dos en dos, sobretodo porque ya llegaba 15 minutos tarde, como siempre. Me abrieron la puerta y con el ímpetu de mi entrada tropecé con el escalón y me caí. Para empezar, no podía ir peor. La encargada del negocio – alta, rubia, delgada, con cara angelical y sonrisa perfecta- casi se desmaya del susto que le di, pero se recompuso en un segundo, me ofreció algo de beber - ¿me lo van a cobrar?, pensé yo – y me dijo que en seguida me atendería mi asesora.
¿Mi asesora? Pero yo he venido a hacerme los pies, oiga, no la declaración de la renta.
El caso es que en menos de 2 minutos me habían metido en una espaciosa cabina, sentado en un sillón relax que me masajeaba la espalda e introducido los pies en un compartimento especial de la silla, que era como un pequeñísimo jacuzzi para pies. Y me habían traído una botellita de agua helada, el Hola y el Woman. Estaba algo nerviosa porque no iba a salirme por un pico, si no por más.
La flota de asesoras era un enjambre de mujeres, todas pequeñitas, sencillas y discretas. Vestían uniformes de color fucsia y al menos la mía fue tan silenciosa y agradable que apenas me enteré que estaba allí, mientras yo leía, entretenida, que la Pantoja sigue enamorada de su Julián.
Tardaron algo más de una hora en ambas tareas. Fue súper-relajante y cómodo. Nada que ver con la última vez que recordaba haber tenido los pies metidos en un barreño de agua todo menos tibia y que me dolía la espalda porque no cogía postura. De hecho, el tiempo se me pasó volando y cuando quise darme cuenta tenía la tarjeta de crédito en la mano y me disponía a pagar. En el mostrador descubrí que cada clienta tiene su propia asesora y que la bebida que me habían ofrecido estaba dentro del precio.
Me cobraron 25 euros por los pies y 13 por las manos. Eché un cálculo mental rápido: 2 euros más en cada servicio que en la peluquería de mi barrio -la bebida, claro-.
Y salí de allí más contenta que unas pascuas.
Me hicieron una ficha de clienta, con mis datos personales, como había llegado hasta allí – por una amiga, ya lo dije, gracias R, siempre conoces los mejores sitios – y con una casilla que decía “Cliente puntual” o “Cliente potencial”. Marqué sin duda potencial. Tengo otra boda en junio y yo creo que voy a tener que ir a mi asesora Clara a que me de un repasito. Si es que para todo, hay que ir a los especialistas, os lo recomiendo.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Nueva rutina

A la vuelta del puente de mayo, que ha sido genial, estoy tratando de modificar y ordenar mi rutina posteadora. Estaba acostumbrada a escribir en cualquier momento y colgar los post en la oficina, en algún rato perdido de las 8 horas diarias que paso delante del ordenador.
Esta rutina -desordenada como yo, pero muy práctica- ya no me sirve, así que tengo que organizarme mejor. Creo que continuaré escribiendo cuando pueda y me enviaré los post al correo electrónico para poder colgarlos desde cualquier sitio que me pille a mano -veremos si soy capaz, esas cosas siempre se me olvidan-, mientras ahorro para comprarme un ordenador. No creo que sea hasta que cobre la paga extra de verano, eso, con suerte, pero iré haciendo lo que pueda mientras tanto.
Me he cogido tres días de vacaciones -pendientes todavía de 2007, y a punto de caducarse-, por eso puedo escribir a mediodía, en un ordenador prestado.
Estoy muy contenta porque tengo hasta el domingo para hacer lo que me de la gana y disfrutar de mi familia, que ha venido a vernos a Madrid. He empezado por despertarme tarde hoy, tomarme varios cafés, debatir sobre la gala de OT de ayer, y escribir un rato.
Ahora me voy a comer con mi familia. Me deben estar esperando.
Os dejo un recuerdo del puente. He estado en Cuenca. Hizo un tiempo buenísimo, me dieron una habitación maravillosa con vistas en el hotel, he leído, descansado, paseado, reído, y estuve en la boda de mi amigo Gus, que estaba tan feliz que apenas cabía en el traje de novio. Y me divertí mucho más de lo que pensaba en la boda. Bailé -cosa rara- charlé -menos raro- y me estuve riendo toda la noche. Mira que a mi las bodas ni fu ni fa y que, además, iba yo un poco escéptica.
El puente no pudo ser más perfecto. Ni yo más feliz.

martes, 6 de mayo de 2008

El resultado

Este es el resultado de mi visita a mi fiel peluquera Sandri. Muy moderno, corto por detrás, largo por delante. Como siempre, ideal. Estoy encantada. ¿Qué os parece?.